Miren ese barco entre bloques de hielo . Es una de esas fotos que explican una historia. Un horizonte entre blanco y azul, despejado, en un lugar remoto. No hay autobuses que esperen a los pasajeros. La atracción es la naturaleza , el hielo. En los días malos, el aire frío invita a respirar a pleno pulmón y a refugiarse tras muchas capas de ropa. Los cruceros de expedición llevan a sus clientes a esa cara salvaje y desconocida del planeta. Los primeros barcos con turistas surcaron el mundo a finales del XIX y principios del XX. La empresa noruega Hurtigruten , que en 2023 cumplió 130 años de historia, fue una de las pioneras en llevarlos al archipiélago Svalbard , en el Ártico. En 1966, la estadounidense Lindblad Travel organizó la primera expedición a la Antártida, y un año después, a las Galápagos. Y así hasta ahora, cuando casi no quedan espacios sin selfis. En el mundo hay más de 35 millones de cruceristas al año (los principales mercados en Europa son, por este orden, Alemania, Inglaterra, Italia, y Francia y España, casi a la par). Sin embargo, el boom de la expedición -dice Juan Rodero, director general de Un mundo de cruceros- es relativamente nuevo. «Hace diez años se empezaron a rehabilitar barcos de crucero para navegar en el Ártico y la Antártida , zonas donde se exigen unas importantes medidas de seguridad, doble casco o a veces rompehielos. Hay lugares a los que quizá no podría llegar un rescate, por eso todos los sistemas están duplicados. Luego vinieron los barcos nuevos», afirma. Desde 2020 a 2022 se construyeron cerca de treinta barcos de expedición. El más grande, el Fridtjof Nansen, para 530 pasajeros, de Hurtigruten, compañía que ha apostado por las tecnologías de propulsión híbrida con batería, incorporadas en tres barcos. La mayoría, no obstante, no pasan de la barrera de los 200 pasajeros o incluso menos. Y la lista de pedidos para 2024 y próximos años es amplia. En 2024 se bautizarán siete barcos de cruceros en el mundo, uno de ellos dedicado a la expedición, de la compañía Oceanwide. Para 2025 se anuncian diecisiete pedidos, y de ellos tres serán de expedición. Un guía conocedor del sector en conversación con ABC asegura que eso es lo que ocurrirá a corto-medio plazo, más barcos, pero pequeños . La opción del lujo El lujo es otra tendencia en la expedición. Durante décadas, en los mares extremos navegaron barcos ruidosos e incómodos. El rompehielos nuclear ruso NS 50 Let Pobedy (50 años de la victoria) sigue operativo, y durante el verano realiza excursiones para 128 pasajeros al Polo Norte (aún no hay fechas previstas para próximas salidas). Pero hace diez años «las navieras detectaron que había un público que quería ir a esos destinos de una forma más cómoda. Aunque el gran lujo no es el champán o el caviar, sino un equipo de expedición que no solo prepara las zonas de desembarco, sino que explica con mucho detalle la fauna, flora y clima que les rodea», opina Juan Rodero, que ha viajado a la Antártida a bordo del Silver Endeavour, de Silversea (cien pasajeros y noventa tripulantes; veinte de ellos, el equipo de expedición). El Commandant Charcot, de la compañía Ponant Entre las propuestas de este tipo más interesantes está la del Commandant Charcot , de la compañía Ponant. Jean-Baptiste Charcot (1867-1936) fue un médico y explorador polar francés. El barco que lleva su nombre, con una propulsión híbrida, transporta a un equipo de científicos que analiza el clima y el agua. Turistas y científicos (tiene capacidad para 245 pasajeros) viajan juntos. El Charcot tiene un casco capaz de quebrar con su peso bloques de hielo de más de tres metros de grosor. El año pasado llegó al Polo Norte. El presupuesto de una cabina para dos personas en el Commandant Charcot en un recorrido de once días por la isla de Ammassalik, en Groenlandia, empieza en los 32.480 euros. Un recorrido de seis días en el Silver Endeavour por la isla del Rey Jorge y la península antártica sale por 38.000 euros para dos personas, con vuelos, hotel, comidas, excursiones en tierra y equipo de expedición. Esas cifras, botón de muestra, dan idea de que, efectivamente, hablamos de un producto de lujo , para grupos reducidos. Incluso las propuestas más baratas rondan los 6.000 - 8.000 euros. La empresa española Polar Raid , por ejemplo, vende una expedición a la Antártida del 8 al 17 de marzo de 2025 en el buque polar Ushuaia por 6.980 euros por persona (no incluye billetes de avión). El mito de la Antártida En septiembre de 1819, el navío español San Telmo desapareció en Cabo de Hornos . Se cree, aunque nunca se han encontrado pruebas, que pudo ser el primero en llegar a la Antártida. Meses después se hallaron restos del barco en la costa norte de la isla Livingston. El capitán británico William Smith descubrió oficialmente la primera tierra al sur del paralelo 60° S el 19 de febrero de 1819, aunque entonces no llegó a desembarcar. En el siguiente viaje, en octubre de 1819, llegó al archipiélago Shetland del Sur, descubrió la isla Desolación y, ya sí, desembarcó en la isla Rey Jorge. Un explorador estadounidense, John Davis, dijo haber puesto su pie en el continente el 7 de febrero de 1821, aunque no está confirmado. Y el noruego Roald Amundsen alcanzó el Polo Sur en 1911. Más de un siglo después, tanto en la Antártida como en el Ártico hay dos asociaciones (International Association of Antarctica Tour Operators, IAATO, y la Association of Arctic Expedition Cruise Operators, AECO) que vigilan qué barcos hacen estas expediciones, y cuántas personas y en qué condiciones pueden bajar a tierra. En la Antártida solo se puede hacer en grupos de cien personas y barcos de menos de 500 pasajeros, lo que no significa que no haya cruceros panorámicos más grandes que naveguen sin bajar a sus clientes a tierra. Un barco de la compañía Silversea en Stonington island SILVERSEA De octubre de 2023 a marzo de 2024 se cree que visitarán la Antártida unas cien mil personas , récord absoluto. Y la Iaato ya cuenta en su registro con un centenar de embarcaciones. Por su parte, en el último informe de la Cruise Lines International Association (CLIA) se asegura que 137.000 cruceristas eligieron barcos de expedición en 2022, que el número de pasajeros se duplicó sobradamente entre 2016 y 2022 (con el tope en 2019), y que los viajeros a la Antártida, en concreto, crecieron en 2022 un 51% respecto a 2019. Las navieras y las agencias se comprometen a limitar al máximo el impacto de esas visitas a tierra, explica un guía que suele hacer este recorrido. No se puede comer en la excursión, para no dejar papeles o trozos de bocadillo. En el descenso se suele llevar un equipo de supervivencia para tres días, con tiendas, comida (barritas energéticas), ropa térmica y guantes, por si un cambio rápido de las condiciones climáticas impidiera recoger a los turistas. Antes de llegar a tierra se pasa un aspirador por la mochila y los bolsillos. Y siempre, antes de bajar y antes de volver, se limpian las botas. También hay barcos que permiten dormir en una tienda en la Antártida por un precio extra. Destinos cálidos La expedición no necesariamente se limita a los destinos fríos. Los hay cálidos como la subida por el Amazonas hasta Manaos , donde pueden entrar barcos de hasta 40.000 toneladas. O un itinerario por las Seychelles, de noviembre a febrero, y otro por los acantilados Kimberley, en la costa norte de Australia. También se puede ir a Galápagos (Ecuador), o a zonas relativamente nuevas, como las islas Bijagós , en Guinea Bissau. «Cada año se duplican las ventas de cruceros de expedición en las diferentes marcas que representamos -afirma Juan Rodero-, lo que prueba que hay interés en estos destinos». El MS Vivaldi en Budapest CroisiEurope Cruceros fluviales: lo importante es el destino Un pequeño crucero fluvial en el río Zambeze CroisiEurope CroisiEurope, una empresa familiar con sede en Estrasburgo, la primera compañía de cruceros fluviales en Europa, tiene 44 años de historia y 55 barcos propios. Su propuesta (descubrir el mundo a través de sus ríos) incluye más de 150 itinerarios, algunos cercanos (en el Duero o el Guadalquivir) y otros lejanos, exóticos y muy tentadores, como el Camboya-Vietnam en el Mekong, o un crucero por el Lago Kariba (entre Namibia y Zimbabwe) que nos acerca a los parques nacionales de Chobe y Matusadona y a las cataratas Victoria. El turismo fluvial no es comparable con el marítimo. Sus barcos son tan grandes como lo permiten el río y sus esclusas, normalmente entre 100 y 180 pasajeros, aunque el crucero africano se hace en barcos de ocho camarotes. Los cruceros fluviales permiten descubrir ciudades más pequeñas a las que normalmente no se iría de otra forma, y disfrutar de días de navegación con vistas a los castillos del Rhin, por ejemplo. El barco hace la función de hotel, a veces con paradas de varios días en las ciudades. Dicen los expertos que el primer crucero fluvial de un turista común suele ser por el Danubio (esta Semana Santa, CroisiEurope tiene uno de cinco días que pasa por Viena, Budapest y Bratislava por 845 euros, todo incluido). Hay opciones más baratas, como cuatro días en el Duero en un barco cinco anclas por 584 euros. Y de ahí a los citados en África, por 5.500 euros más vuelos, o en el Mekong, de once días, por 3.500 euros, más vuelos. Las opciones son casi infinitas. Definitivamente, viajar a los lugares más remotos del planeta es una tendencia. Y un pequeño filón en la industria. Son propuestas con un coste de operación relativamente bajo, pero con un precio de venta muy alto, afirma un guía conocedor del mercado. «Una escala de un día en el puerto de Seward (Alaska) cuesta 250.000 euros. Se percibe como un lugar remoto, pero en realidad es un destino muy desarrollado turísticamente, donde operan barcos enormes y los puertos cuestan una fortuna. En cambio, hacer un alto y bajar con zodiacs en la Antártida es gratis. Es un paraíso casi virgen para los turistas, que además puede ser rentable para barcos pequeños y grupos reducidos». Desde que, a principios del siglo XX, el explorador Ernest Shackleton probara que resistir es vencer, la forma de visitar los destinos salvajes del mundo ha cambiado mucho, tanto como para poder conocerlos en barcos cómodos y acogedores. En este siglo largo que ha pasado desde la aventura del Endurance , el planeta se ha hecho más pequeño, más familiar. Y aquellos barcos de expedición que no aseguraban el regreso nada tienen que ver con los actuales cruceros. Lo que se ha perdido en épica se ha ganado en seguridad. En el fondo, el término inexplorado o remoto cada vez es más una metáfora que una realidad.