Bukele: ¿dictador malo o dictador bueno?

Hablar en términos absolutos es un error; se dejan fuera argumentos que, por sí solos, pueden ser válidos, pero que analizados en conjunto pierden solidez; no por ello dejan de ser válidos.

Una falla recurrente en el análisis político —incluso por parte de políticos y profesionales— es confundir los conceptos de democracia y república. Sobra decir que no son lo mismo, y el caso de Nayib Bukele ejemplifica muy bien las importantes diferencias.

Bukele ha llegado al poder por la vía democrática con gran apoyo popular que ha dado resultados en algunas áreas. Es innegable. Los salvadoreños le votaron abrumadoramente, no una, sino dos veces. Según mediciones, es el presidente con mayor popularidad del continente y posiblemente del mundo. Eso sí, ya en el poder, ha atentado sistemáticamente contra la república.

¿Qué defiende una república? Los tres derechos humanos: la vida, la libertad y el derecho a ser dueño del fruto de su trabajo, léase: la propiedad.

¿Bukele los respeta?

Derecho a la vida: Sí. La vida de los salvadoreños volvió a tener valor; había venido siendo una quimera antes de su “mano dura”. Puntualmente: le ha devuelto la seguridad ciudadana a El Salvador. No es poca cosa; los asesinatos y las extorsiones tenían a ese país sumido en la desesperanza.

Derecho a la libertad: Depende. Hay varias libertades, por ejemplo. La de locomoción sí se respeta, como consecuencia directa de la defensa a la vida. Pero hasta acá es donde se puede hablar en absolutos.

La libertad de expresión ha sufrido retrocesos; aunque está garantizada en la Constitución, bajo Bukele se han emitido leyes restrictivas tendientes a silenciar la disidencia. El argumento de sus seguidores es que son necesarias para mantener el orden y combatir la delincuencia. Para ellos, el fin justifica los medios.

Derecho a la propiedad: Depende, aunque la mejor respuesta es: sí, por ahora. En El Salvador, los derechos son respetados en tanto al gobernante le plazca.

Y es que en eso estriba la república, en tener certeza de que los postulados republicanos serán respetados, sí o sí, y no por virtud de la voluntad del partido de gobierno o de una persona nada más.

Basta recordar lo ocurrido en la dictadura de Daniel Ortega que, inicialmente, animó la inversión y se respetó la propiedad. Hasta que no; hasta que al dictador ya no le dio la gana.

Sin embargo, si se le preguntase, por ejemplo, a la madre de un joven que esté siendo reclutado por una mara y cuya vida está amenazada, seguramente esta diría que la seguridad sí importa sobre todo lo demás. Nadie la podría juzgar o criticar por ello. Para ella, Bukele lo el mejor.

En cuanto a la división de poderes, elemento esencial de la república, en el Salvador no existe. Se legisla y remueven jueces y fiscales a placer del Ejecutivo; no hay frenos ni contrapesos.

Los países, las economías —y mucho menos las sociedades—, pueden prosperar en un ambiente de incertidumbre, donde todo ello depende de la benevolencia de una persona.

Este medio siempre ha defendido y defenderá la república, y sus postulados; sin embargo, no se pueden soslayar consideraciones como la aludida, de la madre. Con ello, tomado en cuenta, debe haber un debate serio y fundamentado respecto a los factores que tienen a la democracia liberal en trapos de cucaracha.