Con 33 años, mientras apuraba los últimos sorbos de su carrera como futbolista y se imaginaba el futuro en un puesto ejecutivo, apareció la oportunidad de ser entrenador. Y le gustó. En año y medio en Valladolid, Paulo Pezzolano (25 de abril de 1983, Montevideo, Uruguay) ha vivido un descenso, un ascenso y unas cuantas polémicas, pero nunca ha dado signos de debilidad. El técnico charrúa recibe a ABC en Zorrilla y durante treinta minutos hace balance de un proyecto que ha devuelto al equipo a Primera: «Huir hubiera sido lo fácil». —¿Cómo es Montevideo? —A mi entender, Uruguay es el país más seguro de Sudamérica. Es chico, pero cálido, de gente luchadora y de ahí esa cuna de futbolistas. Desde pequeño nos enseñan a luchar y a competir en las canchas de tierra. Luego salen jugadores que, con más o menos calidad, sabes que nunca te va a fallar. Somos 3'5 millones de personas y luchamos en equipo. Así se ve en la selección y en los jugadores a nivel individual. —¿A qué se dedican sus padres? —Mi padre es carpintero y mi madre ama de casa. Somos una familia de barrio y muy unida. —¿Era buen niño? —Sí, un chico tranquilo, el más pequeño de tres hermanos, que no daba guerra a mis padres y que los estudios los llevé siempre bien. —¿Quedó satisfecho de su carrera como futbolista? —Uno siempre quiere más, pero creo que la carrera fue muy buena. Estoy muy orgulloso. —¿Cuándo le nace el gusanillo de ser entrenador? —Con 29 años, aún como jugador, inicié el curso de entrenadores de FIFA, que dura tres años. También hice el de director deportivo. A mí siempre me ha encantado el tema de las negociaciones, lo económico, lo empresarial… Yo me veía en esa parte del fútbol después de dejarlo, pero a los 33 años, el Torque me ofreció ser su entrenador. Entonces me quedaba un año de contrato con ellos y tenía ofertas de otros equipos, pero pensé que mi carrera como jugador ya no tenía más crecimiento y, como soy una persona que no disfruto del hoy y suelo mirar hacia adelante, acepté y me gustó. Y aquí sigo ocho años después. —¿Qué diferencias hay entre el Pezzolano futbolista y el Pezzolano entrenador? —Hay muchas. Como futbolista miras mucho lo tuyo, qué puedo mejorar yo, qué puedo hacer yo, cómo crezco yo... Eres muy individualista en un juego colectivo. Como entrenador lo ves de arriba y lo ves más como un todo. Qué pueden hacer jugadores y miembros del staff para mejorar el colectivo. —¿Es más ingrato? —Es un puesto de trabajo diferente. Dependes de muchas cosas que debes saber llevar y estar en todos los detalles. No sé si llamarlo ingrato. Lo que es seguro es que es mucho más exigente. —En su corta carrera como técnico ha dirigido, entre otros equipos, a Cruzeiro y Valladolid. Ambos de Ronaldo. ¿De dónde nace esa conexión? —Yo estuve dos años en el Pachuca y, nada más dejarlo, gente del equipo de Ronaldo me llamó para decirme que iban a comprar el Cruzeiro y que si quería ser su entrenador. A los 2-3 meses de estar allí, Ronaldo visitó el club y le conocí. Fue la primera vez que le vi. Hasta entonces había hablado y trabajado con la gente del grupo Ronaldo que se dedica a la parte fútbol. Tuvimos un gran año en Cruzeiro y después me trajo al Valladolid. —Hay gente que considera que es un enchufado. Que a otro entrenador no le hubiera aguantado tanto. —Si mira la historia de Ronaldo con los entrenadores en el Valladolid es la misma que conmigo. Con Sergio lo aguantó hasta el final y la temporada la acabó mal. Con Pacheta, estuvo año y medio. Él siempre creyó en sus proyectos. Esto no es una cuestión de amistad, esto es una cuestión de trabajo. Si yo no le doy resultados llegará un momento en que me tendrá que sacar, porque esto es una empresa y los amigos y las empresas no van de la mano. Lo tiene muy claro Ronaldo y lo tengo muy claro yo. No me considero un amigo de Ronaldo. Mire, como entrenador salí campeón en dos equipos de Uruguay, el Torque y el Liverpool. En Pachuca hicimos dos años excelentes, logrando un campeonato de verano. También salimos campeón con el Cruzeiro y con el Valladolid hemos logrado el ascenso. Cuando yo llegué a finales de la temporada 2022-23, restaban diez partidos y bajamos. El año pasado la plantilla se armó tarde y jugamos con muchos jóvenes. Obviamente se ve lo de fuera, y no lo interior, pero el trabajo es excelente y estoy muy contento. La gente del club también lo ve, y por eso nos mantuvo y logramos el ascenso. Ojalá demostremos de nuevo que este buen trabajo perdura en el tiempo. —¿Qué aprendió de la pasada temporada? —Hay dos modos de vivir los momentos difíciles. Afrontarlos o huir. Mi vida fue afrontar los momentos difíciles. Lo fácil es huir y decir 'ya no puedo más, que venga otro…' Eso lo hace cualquiera. Afrontar los momentos difíciles, revertir la situación y lograr los objetivos no lo hace cualquiera. Eso es lo que me pone contento. Cuando se pone todo mucho más difícil, más creo en mis ideas. Y mire, se logró el objetivo a pesar de las turbulencias que hubo durante la temporada —¿'Pezzolano dimisión' era un grito de rebeldía, de enfado, de frustración o de todo un poco? —Mire, yo era la cara visible de un descenso. No se ve lo de adentro ni se va a ver nunca. Ni lo que pasaba antes ni después. El resultado es que descendiste. Luego comenzamos en Segunda con un equipo muy joven, con un mercado muy duro porque el club económicamente sufría desde años anteriores. Entonces, todo eso no se ve. Solo se ve la derrota, que no juega bien… El resto no interesa. Así que, algo decidido por mí, y quizás ahí se le hizo daño a la gente, pero no era la intención, generamos una unión y un crecimiento interno. Una creencia de ir contra todo porque estaba convencido de que se podía. Y eso nos llevó al ascenso. Seguramente hice cosas que molestaron, pero el objetivo era el ascenso, no quedar de simpático. —Quién tiene que pedir perdón ¿Pezzolano a la afición o la afición a Pezzolano? —Yo ya lo hice y una afición nunca tiene que pedir perdón. Una afición exige y ellos creen en nosotros si se lo demostramos dentro del campo. Si nosotros hacemos buenos partidos, tenemos resultados y la afición se siente representada creo que la relación se va a revertir. Nosotros tenemos que mostrarle a la afición que estamos haciendo lo mejor para el club y para la ciudad. Hay que dejar un legado. —¿Contra el Espanyol ya vio algo distinto en la grada? —Se palpa en el día a día. En los aficionados que vienen a los entrenamientos. La gente siempre ha sido espectacular conmigo y mi familia. Hay mucha calidad de vida en Valladolid y la gente es muy respetuosa. El lunes pasado vieron a un equipo sólido, vieron trabajo y se sintieron representados. Tenemos que darle a la afición más partidos como los del Espanyol. —Para subir a Primera había que ser más efectivo que bonito. ¿Para mantenerse cuál es la receta? —Tenemos que jugar mejor de lo que lo hicimos en Segunda, pero la palabra efectivo quiere decir que fuiste efectivo y esa no puede desaparecer, juegues bien o mal, aunque sea mejor jugar bien porque la gente lo va a valorar y el jugador se va lucir más. Nosotros el año pasado supimos ser fuertes en las dos áreas, que es clave en el fútbol. Luego todo lo demás es adorno: tener o no la pelota, el tercer hombre, atacar vertical por fuera o por dentro… Pero la efectividad tiene que funcionar en las dos áreas, en Primera y en Segunda. —¿Sus tres hijos (Paulina, 8 años, Pilar, 6 y Manuel, 4) van a ir a Zorrilla esta temporada? —Esa situación fue provocada por uno mismo. El año pasado, ellos vinieron en los primeros partidos y en el último, el del ascenso. Fue una decisión mía. Mejor evitar que escucharan lo que sucedía aquí. Este año tenemos que mejorar resultados y juego, e irán viniendo. —Dos asuntos que generaron controversia. Aquello de 'Sudaca, vete para Uruguay' y sus palabras sobre la venta del club. —Ambos se sacaron de contexto. En todos los países y ciudades hay gente desubicada. No generalicé ni lo llevé a Valladolid. Le acabo de decir que esta ciudad es espectacular. Tomó una dimensión que no tenía sentido. Racistas hay en todo el mundo. —¿Y la prohibición de hablar de la venta del Valladolid? —Lo entiendo perfectamente. El entrenador está para entrenar, cómo voy a hablar yo de la venta. Y si se dijo algo, nunca fue la intención de meterme dónde no tengo que meterme. Todos saben que no lo haría. Yo dejo trabajar a cada uno en su parcela. Se sacó de contexto. —¿Cómo visualiza la visita al Bernabéu? —Ellos son el mejor equipo del mundo, pero tenemos que luchar y estar convencidos que podemos sacar algo. Si el Madrid tiene su día, ningún equipo tiene chance y, además, no pierde partidos en el Bernabéu. Esa es la realidad, pero si damos el 1.000% y justo tenemos la suerte de que ellos no dan el 100%, igual logramos algo. Es difícil, sí, pero podemos lograrlo. Eso es la vida. Si el problema es más grande de lo que piensas que puedes hacer, te vas a ahogar en el problema. —¿Qué le parece Ancelotti? —Uno de los mejores entrenadores de la historia. Un ganador. Hace jugar bien a su equipo, gestiona impresionante y tiene una presencia espectacular. Es un orgullo enfrentarse a él y ojalá que se acuerde de nosotros un poquito después del partido (risas
