Musical de Northwestern resucita un tesoro de villancicos de México y Guatemala de hace 400 años
¿Cómo sonaba exactamente la Navidad del pasado?
Gracias a un erudito musical del área de Chicago con talento para desenterrar el pasado, el público local será el primero en siglos en escuchar una serie de villancicos antiguos que se remontan al México y Guatemala de los siglos XVI y XVII.
El grupo detrás del proyecto es el Newberry Consort, que interpreta música antigua utilizando instrumentos y técnicas de la época. El Consort organiza sus conciertos anuales de “Navidad latinoamericana” del 13 al 15 de diciembre, que culminan con una matiné en el Museo Nacional de Arte Mexicano en Pilsen.
El programa de este año presenta algo único: la “columna vertebral”, en palabras de la directora Liza Malamut, son nueve piezas estudiadas y editadas por Paul Gustav Feller-Simmons, estudiante de doctorado en la Universidad Northwestern.
Cuatro de las obras fueron escritas e interpretadas en un convento en Puebla, México, entre 1630 y 1740 y ahora residen en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical (CENIDIM) en la Ciudad de México.
Las otras cinco fueron “descubiertas” en un cofre en las tierras altas de Guatemala y son aún más antiguas, ya que datan de entre 1562 y 1635. Esos manuscritos ahora se conservan en la Universidad de Indiana.
Con ocho instrumentistas y seis cantantes, las actuaciones de este fin de semana marcarán la primera vez que se interpreta esta música desde que las obras fueron redescubiertas y catalogadas por académicos en la década de 1960. Además, estos villancicos antiguos pronto estarán disponibles para cualquiera que quiera interpretarlos; Feller-Simmons publicará una antología de esta música y más en 2025.
“Paul ha transcrito todos estos a notación moderna. Le estamos muy, muy agradecidos por ponerlos a nuestra disposición”, dijo Malamut.
La forma en que estos villancicos se reintrodujeron en el catálogo festivo actual es una historia de erudición, paciencia y arqueología musical moderna, del tipo que practica Feller-Simmons, de 35 años de edad.
La investigación comenzó cuando era estudiante universitario en Chile, ayudando al musicólogo Alejandro Vera a recuperar un manuscrito raro de Santiago de Murcia, reconocido compositor de música barroca para guitarra. En los últimos años, ha trabajado con otro académico, César Favila, en un proyecto que documenta la música centenaria de las monjas latinoamericanas.
En última instancia, la investigación de Feller-Simmons fue perfecta para el Newberry Consort, que quería ampliar el concepto de sus conciertos anuales de “Navidad mexicana” para abarcar más sonidos históricos de América Latina.
Al igual que los viajes en aquellos días, las modas musicales tardaron un tiempo en cruzar el Atlántico. La música de la España colonial solía ser anticuada en comparación con lo que estaba sucediendo en Europa continental. Incluso las primeras piezas del programa del Newberry Consort, de la década de 1560 aproximadamente, contienen música más parecida a la compuesta en 1510.
“Sería como escuchar swing hoy”, destacó Feller-Simmons.
Algunas de las canciones están firmadas por compositores o copistas, mientras que otras son anónimas. Pero los manuscritos ofrecen pistas que Feller-Simmons ha trabajado para descifrar.
Por ejemplo, algunas de las inscripciones en español antiguo en los manuscritos guatemaltecos contenían suficientes errores ortográficos y de sintaxis inusuales como para que sospechara que sus copistas eran hablantes cuyo español no era su primer idioma, muy probablemente algunos de los muchos nativos de los pueblos originarios que se convirtieron bajo presión de los misioneros españoles. Otras canciones de la colección fueron escritas en las lenguas mayas que se hablaban en la región.
También aparecieron nombres en los manuscritos de Puebla, de mujeres, probablemente las monjas encargadas de copiar la música. Esas firmas nos dicen mucho sobre cómo se creó la música y se le atribuyó el crédito, dijo Feller-Simmons.
“Solemos privilegiar a los compositores, dejando de lado el trabajo invisible de los intérpretes históricos y otros actores musicales. Esta música fue hecha para las monjas, copiada e interpretada por ellas en un espacio femenino”, aseguró.
Los intérpretes de esos conventos habrían tenido que sortear un conjunto de choques culturales totalmente diferentes a los de la Guatemala actual. Los roles de género en las culturas de los pueblos originarios americanos no se adaptan fácilmente a las actitudes patriarcales de la España colonial.
Las autoridades católicas prohibían a las monjas tocar instrumentos “inapropiados”, como la percusión o los instrumentos de viento metal. Incluso quienes tocaban instrumentos “aceptables” con frecuencia no eran “aceptables” de ver: algunos conventos tenían monjas que tocaban detrás del claustro para los visitantes externos.
Para enfatizar el contexto de la música del convento, la directora del Newberry Consort, Malamut, que también es trombonista, hará que sólo mujeres interpreten las piezas de Puebla. Pero la mayor parte del programa, como el propio Consort, es mixto.
“Si realmente tratamos de acercarnos lo más posible a la realidad, yo ni siquiera estaría en el escenario”, aseguró.
Descifrar estos manuscritos, como lo ha hecho Feller-Simmons, requiere tiempo y paciencia. Además del desgaste esperado, los gusanos mordisquearon algunas de las hojas. Fue aún más difícil convertirlos en una edición lista para su interpretación.
La música no existe en una partitura completa, con todas las líneas impresas en la misma página. En cambio, sólo sobrevivieron las partes individuales, lo que significa que los investigadores tuvieron que reunirlas todas para reconstruir cómo podrían haber sonado las obras. El estilo de notación y las claves utilizadas en los manuscritos también son arcaicos.
“Algunos intérpretes históricos probablemente puedan leer los manuscritos, pero no es lo más cómodo”, aseguró Feller-Simmons.
Como es típico en la época, la instrumentación tampoco se especifica nunca en los manuscritos. El Consort ha hecho conjeturas fundamentadas sobre qué instrumentos podrían haber estado a disposición de los músicos y cómo podrían haber funcionado en el conjunto. Para eso, Malamut buscó pistas en fuentes primarias (correspondencia, recibos, listas de carga transatlántica).
“Tenemos muchos instrumentos de cuerda pulsada: se podrían haber utilizado arpa, guitarras y, a veces, incluso laúd o tiorba”, destacó. Incluso hay evidencia de un bajón, más o menos una versión temprana del bassom.
“Los conventos habrían utilizado esos instrumentos para tocar las notas más graves si no tuvieran una mujer que pudiera cantar tan bajo”, dijo Malamut.
El porqué los manuscritos guatemaltecos acabaron en Bloomington, Indiana, refleja la tensa historia colonial de la región. A los misioneros católicos que regresaron a la parroquia de la región de Huehuetenango en la década de 1960 se les mostraron algunos baúles antiguos que se encontraban en sus archivos.
En su interior había unos 50 libros de música, preservados y venerados por los feligreses de la zona como si fueran reliquias. Entre las páginas de los libros había breves relatos de la historia local, en los que se mencionaban las visitas de dignatarios de la iglesia y se documentaban nacimientos y muertes.
Los libros fueron tomados para realizar investigaciones, pero la mayoría se vendieron en subasta a coleccionistas. Hasta la fecha, sólo sobreviven 19 de los 50 libros y 17 de ellos acabaron en la Universidad de Indiana. Se hicieron copias en microfilm de algunos de los textos perdidos, pero no de todos.
“Puede que estén en alguna colección privada y ni siquiera sepan lo que tienen”, dijo Feller-Simmons.
A pesar del notable trabajo de investigación de Malamut, Feller-Simmons y otros, algunos aspectos básicos, como cuándo y por qué se interpretaron estas piezas, siguen sin estar claros.
Otra pregunta abierta es en qué medida los instrumentos y las tradiciones musicales de los pueblos originarios mayas se mezclaron con los occidentales. Es poco probable que las fuentes escritas europeas sean objetivas o precisas en ese punto.
Por lo tanto, lo que escucharán este fin de semana es una hermosa aproximación de lo que uno podría haber escuchado hace 400 años. Para los intérpretes y estudiosos como Malamut, esa incertidumbre es parte del oficio.
“En cierto sentido”, dijo, “tenemos que respetar el hecho de que nunca lo sabremos realmente”.
Traducido por Gisela Orozco para La Voz Chicago