ANÁLISIS | Maduro inicia otro cuestionado mandato, más aislado que nunca
Los venezolanos presenciaron una vez más la juramentación de Nicolás Maduro, quien se puso la banda y se declaró presidente a pesar de las irregularidades y cuestionamientos en torno a su elección.
Repitió sus ataques contra Estados Unidos y cualquier líder extranjero que no reconociera su regreso al poder y prometió aplastar a todos los que se le opongan.
“Vengo del pueblo. El poder que represento pertenece al pueblo y se lo debo al pueblo”, dijo Maduro a sus aliados y partidarios en su discurso inaugural.
Para muchos venezolanos, habrá habido una sensación de déjà vu cuando Maduro asumió su tercer mandato de seis años en el cargo, después de la controvertida elección del 28 de julio.
El Consejo Nacional Electoral (CNE) del país, el organismo responsable de supervisar y certificar la votación, que está repleto de algunos de sus más cercanos leales, había declarado a Maduro como ganador sin proporcionar evidencia detallada o datos para respaldar su victoria.
Sin embargo, la oposición cuestionó la afirmación y publicó decenas de miles de actas de votación de todo el país, afirmando que su candidato, Edmundo González, había ganado con el 67% frente al 30% de Maduro.
Los observadores independientes, como el Centro Carter y la Misión Electoral de Colombia, así como el propio análisis de CNN, consideraron que las actas eran legítimas.
Varios países, incluido Estados Unidos, han reconocido desde entonces a González como el legítimo presidente electo de Venezuela y han emitido nuevas sanciones contra Maduro y algunas de las autoridades electorales del país.
La líder de la oposición María Corina Machado acusó a Maduro de un golpe de Estado en un video publicado en las redes sociales después de que fuera juramentado por tercera vez. Dijo que con su toma de posesión “decidieron cruzar la línea roja” y “pisotean nuestra constitución”.
“Hoy, Maduro no se puso la banda presidencial en el pecho, se la puso en el tobillo como un grillete que cada día la apretará más”, agregó.
No es la primera vez que se cuestiona una victoria de Maduro. De hecho, todas las elecciones presidenciales en las que ha sido candidato, desde que asumió el cargo por primera vez hace casi 12 años, han sido cuestionadas.
Maduro se convirtió en presidente por primera vez después de la muerte de su predecesor y mentor Hugo Chávez en marzo de 2013. El enorme líder populista, que se había consagrado en el poder durante casi 15 años como el líder antisistema y transformó el país bajo su Revolución bolivariana de tendencia socialista, había elegido personalmente a Maduro como su sucesor.
A pesar del respaldo, Maduro tuvo dificultades en las encuestas y solo superó a su entonces rival Henrique Capriles por un estrecho margen de 1,49%. Se consideró en ese momento como una de las elecciones más reñidas en décadas y la oposición denunció irregularidades y fraude en la votación.
Capriles, que se había presentado contra Chávez seis meses antes y había perdido por un 12%, pidió una auditoría al CNE y apeló los resultados ante la Corte Suprema. Ambos organismos estaban repletos de partidarios de Chávez y Maduro, y las afirmaciones de la oposición fueron desacreditadas.
Cuando se programó la segunda elección presidencial de Maduro, Venezuela había caído en una profunda crisis económica y política. El país, otrora rico en petróleo, sufría hiperinflación y problemas económicos generalizados. Había una escasez masiva de alimentos, un crimen desenfrenado y millones de personas habían huido del país por miedo y desesperación.
A muchos líderes de la oposición, incluido Capriles, se les prohibió postularse para un cargo político y algunos fueron arrestados u obligados a exiliarse debido a acusaciones y cargos falsos.
Maduro fue reelegido para su segundo mandato en mayo de 2018, en lo que la oposición y muchos líderes extranjeros llamaron una farsa debido a la baja participación electoral y al boicot de la oposición tras las prohibiciones a sus candidatos. Según el CNE, en la votación solo participó el 46% de la población del país, y Maduro asumió el cargo en enero de 2019.
En las calles de la capital, Caracas, y en todo el país, estallaron protestas multitudinarias que cuestionaban su legitimidad y exigían su dimisión. No era la primera vez que se producían protestas en el país, pero fueron duramente reprimidas por la Guardia Nacional, las fuerzas policiales y los grupos paramilitares que apoyan a Maduro y provocaron varias muertes, heridos y detenidos.
Maduro, que asume el cargo por tercera vez, se encuentra más aislado que nunca.
Su toma de posesión careció de la pompa habitual que normalmente rodea el evento. Cuba y Nicaragua fueron los únicos dos países con sus presidentes presentes. Mientras tanto, la ceremonia en sí fue notablemente discreta en comparación con eventos anteriores, celebrada en una pequeña sala de la Asamblea Nacional en lugar del salón principal del edificio.
Manifestantes también volvieron a las calles de Venezuela y la creciente diáspora del país organizó marchas en Ecuador, España y México, entre otros lugares.
Los funcionarios del Gobierno de Joe Biden se reunieron a principios de esta semana en Washington con González, quien fue reconocido por Estados Unidos como el legítimo presidente electo de Venezuela.
González, que ha estado viviendo en el exilio después de ser acusado de terrorismo por el Gobierno de Maduro, había prometido regresar al país para impugnar la toma de posesión, pero dijo que no se cumplían las “condiciones para su entrada”. González publicó un mensaje de video en sus redes sociales desde República Dominicana, en el que también acusó a Maduro de organizar un golpe de Estado.
“Maduro ha violentado la Constitución y la voluntad soberana de los venezolanos expresada el 28 de julio”, dijo González. “Dio un golpe de Estado y se autocoronó dictador”.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, lanzó una dura advertencia contra Maduro tras los informes de que Machado había sido detenida brevemente tras una protesta. El Gobierno de Maduro negó cualquier implicación.
Poco después de la investidura, Estados Unidos anunció una recompensa de US$ 25 millones por información que condujera al arresto de Maduro y sus funcionarios más cercanos, incluido el ministro del Interior, Diosdado Cabello. Washington también anunció una extensión de 18 meses del Estatus de Protección Temporal (TPS) para los ciudadanos venezolanos elegibles, que podría beneficiar a unas 600.000 personas que viven en Estados Unidos.
Casi 8 millones de venezolanos han abandonado el país en la última década; es el segundo desplazamiento más grande del mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Los venezolanos se preparan para otra ola de represión tras el regreso de Maduro. Un diplomático latinoamericano dijo a CNN a principios de esta semana que la atmósfera en el país era “temerosa”. Maduro y sus aliados están “demostrando que no van a tolerar ninguna disidencia, y la gente está asustada”, dijo el diplomático, que habló de forma anónima para evitar posibles repercusiones.
El líder autoritario puede haber logrado revalidar el cargo más alto de Venezuela, pero con tantos todavía cuestionando —en el país como en el extranjero— si robó las elecciones, podría encontrarse luchando por encontrar aliados en el escenario mundial.
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