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Декабрь
2017

Grabados en la portería

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Si ustedes se acercan al número 229 de la calle Gran de Gràcia, hasta la portería del edificio, no se encontrarán a la responsable del mantenimiento del edificio. Ese espacio acoge, desde hace pocos meses, el último proyecto artístico de la artista Paula Bonet: un taller dedicado al grabado.

Si ha demostrado Bonet algo en los últimos años es su capacidad para reiventarse, para pasar de una técnica a otra hasta poder crear un universo muy personal que ha dado pie a títulos como «Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END», «813, Truffaut» o «La sed». Esto le ha servido para poder moverse por caminos como los del dibujo o el óleo hasta llegar ahora al grabado, a todas las fórmulas que permite el grabado. Y todo ello sin moverse una portería que se ha convertido en uno de los ejes creativos de Paula Bonet. El espacio, hasta hace poco una vivienda en la que convivían cinco personas, es ahora el hogar de las láminas de cobre en las que se graban las imágenes con las que la artista plasma su muy personal mundo.

La artista nos abre la puerta de un taller en el que también se imparten clases a un reducido grupo de alumnos, gente procedente de Bilbao, Zaragoza, Valencia o Lisboa. Paula Bonet reconoce feliz que «estoy de subidón porque estoy trabajando con una técnica que está en desuso, además de no estar al alcance de todo el mundo. Sin embargo, interesa mucho y buena prueba de ello son los talleres que estamos organizando». Y es en la preparación de la obra, en el trabajo con el cobre, los productos químicos, la tinta o el tórculo hace que «tenga la piel de gallina».

El objetivo, como a ella le gusta decir desde este rincón del barrio de Gràcia, en una finca en la que parece que se ha parado el tiempo, es «difundir un arte como el grabado». Y la autora va desgranando todas las posibilidades: desde el aguafuerte al aguatinta pasando por la xilografía, todo ello en un espacio que, como le gusta decir, «me permite jugar y avanzar en mi trabajo».

La voluntad de la autora de «La sed» ha sido respetar el espacio que se encontró en la portería. «Cuando me mudé a este edificio y pasaba por esta pequeña puerta, había algo que me tentaba. En un primer momento, la idea era la de tener un espacio propio de trabajo, pero eso acabó mutando en un taller dedicado al grabado, el mismo lugar en el que hasta hacía poco tiempo habían vivido cinco personas. Mi idea ha sido recuperar y respetar en todo momento un espacio al que puedo venir a trabajar de noche, incluso puedo bajar en pijama para trabajar», explica sobre este rincón de 30 metros cuadrados en el barrio de Gràcia.




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