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Декабрь
2017

El año que arruinó la reputación de las tecnológicas

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Las grandes empresas tecnológicas han estado tan preocupadas por el crecimiento que ha habido una falta de responsabilidad social que ha dañado su reputación.

Tal vez la llamada de atención más grande haya sido política, pero no es la única. El Congreso norteamericano convocó a representantes de Facebook, Twitter y Google para testificar sobre su papel en una operación rusa de múltiples frentes, para influir en las elecciones presidenciales de 2016.

Las tres compañías admitieron que contribuyeron a sesgar la votación. En el caso de Facebook, las cuentas falsas impulsaron mensajes en estados inestables; Google encontró actividades similares en su herramienta de búsqueda pagada y en YouTube; y en Twitter, las compañías de medios y noticias promocionaron noticias falsas que favorecieron a Donald Trump. Patrones similares fueron identificados en torno al voto sobre el Brexit.

Las elecciones de todo tipo celebradas en Europa han mostrado lo que está en juego. En marzo, se supo que YouTube había pagado, a través de un reparto de ingresos de publicidad, a extremistas islámicos por vender discursos de odio, lo que provocó el boicot de muchos anunciantes importantes. Un segundo boicot comenzó después de que sus socios fundadores fueran acusados de pedofilia.

La tesorería cada vez más importante y la creciente influencia de compañías como Facebook, Amazon, Google les ha convertido en verdaderas amenazas a la innovación en Silicon Valley.

Solo hay que mirar detrás de Facebook. Primero, hace una oferta para comprar, una estrategia que funcionó con Instagram y WhatsApp, y, si eso falla, te elimina. En el caso de Snap, Facebook clono todas las características de Snapchat,implacablemente hasta que su porción del mercado publicitario se redujo a nada,

A medida que el poder se consolida en manos de unos pocos, lo mejor que puede esperar una startup es ser comprada por uno de los gigantes tecnológicos. Esto, a su vez, conduce a una mayor concentración económica.

Así que las cinco compañías tecnológicas más grandes -para evitar el tipo de regulación antimonopolio que interrumpió el dominio de IBM y Microsoft- están inundando Washington de grupos de presión, hasta el punto en que ahora superan a Wall Street en una proporción de dos a uno.

La regulación será inevitable y las compañías se preparan para ello. Todo el mundo ha descubierto que la muchachada de internet ya no es simpática, sino el enemigo número uno: son ricos, poderosos y los políticos huelen sangre.

En noviembre, el presidente fundador de Facebook, Sean Parker, declaró que la red social "crea algo adictivo, algo que ha sido explotado por una vulnerabilidad en la psicología humana". Una explotación que ha generado una gran cantidad de dinero.

La gran riqueza que se exhibe en Silicon Valley -en los autobuses privados que trasladan a la gente al trabajo, en los campus en expansión y los condominios de lujo- no se prolonga en los trabajadores del resto del mundo: brilla demasiado en un momento de creciente desigualdad de ingresos.

Silicon Valley es un núcleo tecnológico con serios problemas. Problemas que tienen su origen en que sus responsables corporativos se han mantenido ignorantes voluntariamente del conjunto de problemas que aquejan a nuestras sociedades, y desde luego a la americana.

Frente a auténticos profetas que solo presumen insistentemente de hacer bien al mundo,  una luz de gas que les confunde, no dejan de cometer abusos de todo tipo. Sillicon Valley, sus empresas, no internalizan ese discurso, al contrario.

Los titanes tecnológicos orientados al consumidor como Google, Facebook, Amazon, Apple, Twitter, Uber, etcétra son brillantes tecnólogos que prestan poca o ninguna atención a las comunidades locales que ocupan. Silicon Valley ha tomado el relevo de Wall Street, como el centro del odio del resto de la ciudadanía y de influencia.

 

La desigualdad racial ha crecido en un entorno de “frikis blancos” y hombres radicalmente machistas que trabajan en alguna firma de tecnología de la información.

El enfoque de Silicon Valley se agota. Del mismos modo que la mentalidad de las finanzas creativas en los años 70 se convirtió en el estilo de vida de champán y lujo en la década de 2000 , en SIllicon Valley, la gente ha llegado a tener demasiada arrogancia y no suficientes ideas, según el reproche en una revista especializada.

Con ese pavoneo viene el mal comportamiento y la irresponsabilidad. Uber ha desatado una letanía de escándalos que incluyen acusaciones de acoso sexual, robo de propiedad intelectual y manipulación de los conductores. Todas ellas, estas siendo perseguidas a lo largo del mundo por elusión fiscal.

Una parte de este comportamiento proviene de la arrogancia que posiciona a las corporaciones como creadoras de ganancias, pero creadoras, también, de bienestar mundial. Una ilusión, cada vez menos creible, como muestra el horrible año que han padecido las grandes compañías.




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