Trump trata de aplacar la tormenta política: «No soy racista»
Durante unos días de la pasada semana pareció que era posible alcanzar un acuerdo. Que los congresistas republicanos y demócratas salvarían el DACA (Deferred Action for Chilhood Arrivals, en inglés) y, de paso, que evitarían el cierre del Gobierno federal, que se quedará sin financiación el viernes a medianoche. En ese momento, y si Trump y el Congreso no lo remedian, los funcionarios públicos, incluidos los militares, se quedarán sin cobrar y el sistema sanitario funcionará con lo justo. Al decir de numerosos medios, el cierre podría ser el órdago de un Trump acorralado.
Como sostiene Stan Collender en «Forbes», podría usarlo para transmitir que «sigue al cargo» y, de paso, para «exigir fondos para su muro y decir que está más que dispuesto a cerrar el Gobierno hasta que los obtenga». Además, el lunes el presidente podría firmar la extensión temporal de fondos, necesaria por cuanto no hay acuerdo para los presupuestos. Con lo que estaríamos ante un cierre momentáneo, con unas consecuencias casi imperceptibles para la economía, pero también aparatoso y dramático.
Respecto al DACA, el programa diseñado por la Administración Obama para proteger de la expulsión a los menores y jóvenes que llegaron a EE UU como ilegales, justo cuando parecía a punto de encarrilarse estalló con la polémica de las declaraciones del presidente. Trump, durante su reunión con los congresistas, y en plena discusión sobre la extensión y/o final de ciertos programas de acogida, habría preguntado por qué EE UU acepta «a gente de países de mierda». Por África. Poco después, al descubrir que los haitianos también figurarían entre los posibles beneficiarios del pacto, remató con un «¿Para qué queremos aquí gente de Haití?».
Resulta difícil cuantificar el desastre en términos de imagen. Durante las primeras horas, la Casa Blanca permaneció muda. Poco después publicaba una declaración que casi justificaba el lenguaje del presidente. A los pocos minutos, el propio Trump, consciente del terremoto, colocaba el primer parche vía Twitter: «Nunca dije nada despectivo sobre los haitianos, aparte de que Haití es, obviamente, un país muy pobre y problemático. Nunca pedí que los saquen. Es una invención de los demócratas. Tengo una relación maravillosa con haitianos. Probablemente debería grabar las futuras reuniones. Desafortunadamente, ¡no puedes fiarte!». Incluso negó el domingo en Miami que fuera racista. «Yo no soy un racista. Soy la persona menos racista que has entrevistado. Qué te puedo decir», respondió a los periodistas.
Uno de los presentes en la reunión, el senador republicano Lindsey Graham, comentó el viernes que «después de los comentarios del presidente le dije directamente lo que pensaba». «El presidente y todos los asistentes a la reunión saben lo que dije y cómo me siento. Siempre he creído que Estados Unidos es una idea, no definida por su gente sino por sus ideales». Otro senador, el demócrata Richard Durbin, que también asistió, le dijo a la NBC que «mi colega hizo un comentario directo a las palabras del presidente. Para enfrentarse al presidente así, sentado a su lado, hay que tener una tremenda valentía política y lo respeto por eso».
Por su parte, dos senadores republicanos, Tom Cotton y David Perdue, niegan que Trump dijera nada parecido. «Te digo que no usó esa palabra», afirmó Cotton en ABC. «Se trata de una absoluta tergiversación». Thomas Kaplan, Noah Weiland y Michael D. Shear, del «The New York Times», recuerdan que «tanto Perdue como Cotton habían dicho que «no recordaban que el presidente hiciera específicamente esos comentarios», pero el domingo sus recuerdos parecían haberse fortalecido».