El salmón que comemos no es rosado ni anaranjado
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El salmón, un pez que habita en los mares y océanos de todo el mundo, excepto en el Océano Pacífico, pertenece al grupo de los pescados azules y por lo tanto, su color natural es blanco o grisáceo. Sin embargo, cuando vive en libertad, se alimenta de krill, un pequeño crustáceo muy rico en omega 3, que hace que su carne adquiera ese color rosa-anaranjado que le identifica.
La realidad actual es que la mayoría del salmón que consumimos en España es criado en piscifactorías, donde el pescado no come el mencionado crustáceo, sino aceite y pasta de pescados más pequeños, almidón de maíz, grasas animales o levadura y soja transgénicas, y por lo tanto, su color es mucho más pálido y blanquecino que el que compramos en la pescadería. Para hacer que el color nos resulte más atractivo, fresco y natural, en los criaderos, se alimenta a los salmones con un pienso que les tiñe artificialmente.
Las compañías que comercializan las sustancias que colorean la carne de estos peces, inofensivas para la salud, ofrecen una gran variedad de tonos ‘asalmonados’ para que las piscifactorías puedan elegir el color que, según su criterio, más se asemeja al tono del salmón salvaje elegido, pues entre las diferentes especies de este animal, también hay diferencias de color.
Esta práctica está prohibida en países como Autralia o Nueva Zelanda. En otros, como Estados unidos, la ley obliga a indicar en el empaquetado si se ha teñido o no la carne del salmón.
El ‘tinte’ utilizado para este proceso es la astaxantina, un pigmento natural emparentado, que en algunos casos puede resultar beneficioso para la salud.
Diferencias, no solo en el precio
El salmón es uno de los pescados grasos con mejores cualidades nutritivas, pues su alto contenido en minerales y ácidos grasos como el omega 3, resulta realmente saludable.
A pesar de que más de la mitad del salmón que se consume en el mundo proviene de la acuicultura, conviene buscar el producto salvaje para poder acceder a sus grandes beneficios. El salmón de piscifactorías tiene más calorías, más grasas, especialmente saturadas y menos minerales, por lo que es menos aconsejable que el que se cría en libertad. Sin embargo, es cierto que contiene más victamina C.
Para consumir el salmón que realmente tiene el color que le identifica, deberemos pagar un precio más alto, en el caso de que no sea congelado, y adquirir salmón salvaje de Noruega, Mar báltico o Alaska, donde son más abundantes y de exquisita calidad.
La diferencia de precio puede variar notablemente teniendo en cuenta la temporada o el país de origen del pescado, pero aproximadamente, el kilo de salmón de piscifactoría se acercaría a los 10 euros, mientras que el salvaje puede rondar los 16-20 euros.
Otra de los aspectos que distinguen al salmón de piscifactoría del salvaje, es que el primero contamina más, pues la acuicultura, que proporciona la quinta parte del pescado del mundo y en quince años el pescado así producido podría ser el 40% del total, daña los hábitats de los peces, ensucia la tierra y el agua y consume pescado en forma de piensos para su desarrollo.
Por lo tanto, y aparte de la curiosidad del tinte que utilizan en piscifacotrías, es mucho más recomendable el consumo de salmón salvaje, por nuestra salud y por el cuidado del medio ambiente.