«Caras y Lugares»: Godard «planta» a Varda
«Hace mucho tiempo, yo tenía 33 años», dice la octogenaria Agnès Varda («Cleo de 5 a 7», «Los espigadores y la espigadora», «Sin techo ni ley», por solo citar algunas de sus indispensables producciones), mientras reconoce que JR, un artista gráfico urbano y fotógrafo, le recuerda a Godard porque jamás se quita las gafas oscuras. Ambos deciden viajar a distintos puntos de Francia para realizar enormes intervenciones gráficas en calles, granjas y fachadas de casas, algunas, abandonadas hace demasiado. Un poco a lo que surge en ocasiones, quizá porque el azar «siempre fue mi mejor asistente», reconoce la viuda de Jacques Demy, a quien recuerda con dolor. Así, los dos realizan fotos en blanco y negro a desconocidos con las que, ampliadas, empapelan la realidad, en ocasiones, tan fea. Sin rodeos, nos encontramos ante un magnífico documental dotado de una inaudita, delicada poesía que subraya de manera incluso festiva y humorística el paso inexorable de los años, el final, aunque Varda reconoce no tenerle miedo a la muerte durante una visita a la tumba de Cartier-Bresson. Pero «Rostros y lugares» es más, las reflexiones sobre el cine, sobre la vida y el arte en general, de una menuda anciana con los pies demasiado pequeños que disfruta entre esos extraños que cuentan sus pequeñas historias. Alrededor, el pedante y nervioso JR revolotea como una polilla que busca la luz cegadora de ella. Lástima que Godard, el amigo solitario, sea un maleducado o más raro que un perro verde. Pero Varda se vengará con un infantil corazón y varias tiernas palabras.
LO MEJOR
Es un documental que rebosa poesía, nostalgia, cine, vida, arte, y que refleja la grandeza de esta directora tan pequeñita.
LO PEOR
Que, rodeado de tantas «guerras de las galaxias» llegadas y por aterrizar, se quede semienterrado en la cartelera.