A Alberto le falla el corazón, pero corre y monta en bici
Tiene 15 años, pero su constitución delgada le resta años. Alberto (nombre que, por su timidez, prefiere que le pongamos) sabe, desde que es pequeño, que no será futbolista profesional, pero es el único límite que le han marcado sus padres. «Nació con una cardiopatía, un daño en el corazón, pero siempre hemos intentado que su vida fuera como la de cualquier niño», afirma su madre, María. Él es uno de los pocos afortunados que ha podido participar en el Programa de Rehabilitación Cardiaca del Hospital Gregorio Marañón. Hace sólo unas décadas, a Alberto no le habrían permitido hacer ningún tipo de esfuerzo y menos correr en cinta o montar en bici. «Ahora, después de una hora aquí, salen sudando», explica Marta Supervía, uno de los médicos rehabilitadores que participa en el Programa.
Esta unidad es la primera que funciona en España y que permite a niños con cardiopatías congénitas graves recuperar función cardiovascular a través de un entrenamiento controlado y seguro. «Fue su médico el que hace un año, en consulta, nos habló de esta posibilidad y en febrero entró», explica María. Y es que, al ser el único programa abierto en la Comunidad hay lista de espera. «Está funcionando muy bien porque les quitamos el miedo a hacer actividad física y al deporte, tanto a los padres como a los menores. Así lo indica la Organización Mundial de la Salud (OMS)», explica Olga Arroyo, jefa de Rehabilitación Infantil del Gregorio Marañón.
La sala de rehabilitación infantil cuenta con cintas para correr, bicicletas, videoconsolas -principalmente una Wii- y material de gimnasia para que los niños puedan entrenar. Todo ello bajo vigilancia médica y monitorización por telemetría para controlar en todo momento las constantes de los niños y ajustar el entrenamiento al esfuerzo que pueden realizar sin que haya riesgo para los pacientes. «Trabajan en grupos de tres. Primero hacen ejercicios de respiración, luego mejoramos la potencia muscular y, por último, corren en cinta y bici para mejorar su capacidad aeróbica», describe Supervía. Alberto controla perfectamente cada una de las máquinas. Se sube a la cinta con el mando de la Wii en la mano y se pone a caminar, mientras unos electrodos van midiendo cada uno de sus latidos.
Para la inclusión de los niños, se revisa la historia clínica y evolución del paciente y se realiza una evaluación individual completa de aptitud física y rendimiento deportivo con diferentes pruebas como la ergoespirometría, ecocardiografía en reposo y tras esfuerzo, y holter. Según los resultados, se establece la situación respiratoria y cardiológica de partida y si los datos son favorables y cumplen criterios de inclusión, se fijan las metas en el tratamiento. «Nos gustaría poder incluir a muchos más niños, pero por ahora no podemos», reconoce Arroyo.
Tras pasar por los 90 días que fija el programa, Alberto volvió a pasar por el cardiólogo. «La prueba de esfuerzo confirmó que la rehabilitación le había ayudado, ganó capacidad pulmonar», añade su madre. Como explican las rehabilitadoras, «lo que buscamos no es sólo que aprendan a conocer sus límites, a detectar cuándo deben parar, sino que también mejoran y así se sienten más seguros».
En el proyecto están implicados 25 profesionales entre cardiólogos, rehabilitadores, enfermeras y fisioterapeutas infantiles. El programa, de tres meses de duración y una asistencia de dos veces por semana, se desarrolla en horario de tarde para no interferir con las actividades escolares de los niños. La actividad se ha iniciado con niños cardiópatas a partir de seis años y en los que ha transcurrido al menos un año tras la última cirugía cardiaca.