El asesinato de Valeria y el circo mexicano
La mañana del jueves pasado, el presidente de la junta coordinadora de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, suspendió la sesión por una tragedia: la hija de la diputada Carmen Medel, Valeria, una joven de 22 años, universitaria estudiante de medicina, fue asesinada a tiros en un gimnasio en Ciudad Mendoza, Veracruz.
La legisladora morenista fue informada de su pérdida en plena sesión de la cámara baja y por naturaleza, entró en estado de shock.
“Mi Valeria”, gritaba mientras era consolada.
Casi todos los supimos inmediato porque los videos circularon como pan caliente, procedentes de los dispositivos móviles de reporteros, civiles ¡y diputados! Sus colegas, de partido o no, se subieron al tren, uno al que con doble moral nos subimos tantos a menudo.
La escena retrata dos visiones del México actual: la primera es la crisis de violencia que vive el país, principalmente estados como Veracruz, en donde ciudadanos de muchos pueblos y municipios, sobreviven, sin exagerar, al yugo del crimen organizado, a sus cuotas, a sus extorsiones, a sus ajustes de cuentas.
Escribí a media semana que uno de los principales problemas aquí era la politización y burocratización del delito, y la muestra de lo primero fue que tan solo unas horas antes del asesinato de Valeria, el gobernador Miguel Ángel Yunes en sus casi despedida, emitió en masivo un spot donde aseguró que en sus dos años de mandato se recuperó la paz.
Tal cosa.
El que Valeria haya sido asesinada “por error” es una cruel demostración al mandatario que no es así, que la violencia existe, y es impune.
La segunda visión en video, fotografías y capturas, es la del México, o el mundo, morboso, que ve pasar su vida a través de una pantalla móvil, que socializa en ella, que vive y siente de ella, y que necesita proyectar algo de su vida… o de la de otros, como un segmento de la nada irreal ni surreal Black Mirror.
Porque no importaba condenar un asesinato más del México Rojo, sino compartir el drama de una mujer informada en un acto que rompió solemnidad con su tragedia, tararearlo al estilo de Maldita Vecindad.
“Como gran circo en acción, en las calles no hay telón, así que puedes mirar (y grabar) como rico espectador...”.