La fijación con el síntoma
Sería interesante conocer un estudio estadístico que correlacionara el aumento de la desigualdad sin precedentes contemporánea y la explosión de la violencia, la migración masiva en busca de escape y de refugio, y demás calamidades que se viven prácticamente a diario. O, para decirlo de otro modo: más allá de aberrantes excepciones, ¿es posible que en sociedades más equitativas se produjeran estas mismas convulsiones?
El que en Estados Unidos haya tantas matanzas aleatorias, y que tenga el mayor número de población carcelaria del mundo podría sugerir que no es solo un tema de riqueza bruta, sino también de su distribución.
Una constante de las reacciones predominantes a cada nuevo hecho terrorífico del que tenemos conocimiento es que se toma el síntoma por la causa, con lo cual, más allá de la sensación de bienestar individual que nos pueda producir manifestar la indignación, no existe la menor posibilidad de pensar colectivamente en una solución duradera.
¿En verdad es posible (suponiendo que fuera la meta gubernamental, lo cual es muy dudoso) exterminar militarmente a todos los cárteles del país, y terminar con el tráfico de drogas, cuando no dejará de existir una demanda millonaria tanto en número de personas como en cuanto al volumen de negocio a escala mundial?
Si en Estados Unidos se aprobaran leyes más estrictas acerca de la posesión de armas, ¿acabaría ello con la rabia psicopática que impulsa sistemáticamente a sus ciudadanos a asesinar masivamente por ningún motivo en específico?
Al centrarnos en lo visible, renunciando a examinar cuál pueda ser la causa profunda que lo origina, excluimos también la posibilidad de considerar que, aunque pensemos que la maldad es propiedad exclusiva de los otros, una revisión más cercana podría mostrar que los distintos grados de complicidad con un sistema injusto que excluye a un amplio porcentaje de su población de una vida mínimamente digna, nos convierten igualmente a distintos grados en parte del problema, y no de la solución.