Virtudes y vicios
Todos tenemos una serie de hábitos (costumbres tan arraigadas que llegan a formar parte de nosotros). Éstos pueden ser buenos o malos dependiendo si perfeccionan o deterioran nuestra naturaleza. A los positivos los conocemos como virtudes y a los malos como vicios.
Nos conviene aclarar que los vicios no solamente son la drogadicción, el alcoholismo, el tabaquismo, la pornografía, la lujuria y la ludopatía. A éstos los podríamos denominar como vicios mayores, sino también lo son: la mentira, el desorden, la impuntualidad, la procrastinación, la holgazanería, etcétera.
Queda claro, pues, que las virtudes no solo mejoran nuestras acciones sino, incluso, nuestras mismas personas. Además, el ser humano tiene la capacidad de perfeccionarse a lo largo de toda su vida. Siempre podemos aprender más y vivir mejor, que no necesariamente es más cómodamente, sino mejorando integralmente.
La palabra virtud viene del latín virtus que significa: fuerza, vigor, valor, constancia. Agustín de Hipona afirma que es el arte de hacer el bien y rectamente, es la senda por la cual el hombre de bien llega a la gloria, al honor y al poder. La virtud es tan excelente cosa que hasta los que la combaten la admiran.
En el libro de los proverbios leemos: Un pueblo no es grande porque tenga gran potencial militar, político o económico. La justicia, la honradez y la rectitud en la vida privada y pública son lo que verdaderamente engrandece a las naciones.
No basta saber lo que está bien o mal. El puro conocimiento no cambia a las personas, aunque es cierto que la formación intelectual es la base. Los edificios no se construyen dibujando los planos, sino poniendo los ladrillos.
El planteamiento de superar nuestros defectos nos puede parecer casi imposible, por eso nos puede servir proponernos fomentar una virtud concreta en un tiempo determinado. Por ejemplo, esforzarnos seriamente en la puntualidad durante tres meses, claro que existe el peligro de que no lo consigamos del todo, o regresemos a nuestra tendencia a la impuntualidad, pero lo que no cabe es el desánimo.
Todo esto es de especial importancia en la educación de los hijos.
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