Estrategias de seguridad fallidas
Alfonso Durazo, al tratar de defender la Guardia Nacional y la militarización permanente de la seguridad pública, afirmó que “el Ejército no fracasó en la lucha contra el narco, sino el uso que se hizo de él, por los mandos civiles. Falló la estrategia de otras administraciones, basada exclusivamente en el uso de la fuerza policial y militar (…) nosotros no tenemos necesidad de engañar a los mexicanos, todos los argumentos hasta hoy esgrimidos pierden sentido en el contexto de un gobierno y del presidente López Obrador, repito, no somos iguales”. Repasemos los principales errores de la estrategia de seguridad reciente y comparémosla con la del nuevo gobierno, para saber si realmente AMLO y Durazo no nos van a engañar.
El gran error de la estrategia de Peña y Osorio fue creer que la inseguridad era un problema de gestión, por lo cual la solución consistía fundamentalmente en coordinarse bien entre las dependencias federales, con los gobiernos estatales y proponer un mando único policial. Era necesario mejorar la coordinación, pero como sus fallas previas no eran el problema principal, crear grupos regionales de coordinación no lo resolvió. Mal diagnóstico, solución inexistente. La causa principal de la violencia son las escasas capacidades de las instituciones de seguridad y justicia para prevenir y combatir la criminalidad y reducir la impunidad.
Peña Nieto se tardó dos años en entender que era necesario fortalecer a las policías locales, pero nunca invirtió capital político ni presupuestal para hacerlo de verdad. Se le fue el sexenio y seguimos con los mismos cuerpos policiacos insuficientes e ineficaces; tampoco creyó que era relevante refundar la PGR, nombrar un procurador autónomo y reconstruir a los ministerios públicos estatales. Resultado: la violencia y la impunidad alcanzaron niveles récord.
El plan de seguridad de López Obrador es casi el mismo que el de Peña con pequeñas variantes. Primero, el énfasis en la coordinación, solo que ahora será diaria y a las seis de la mañana y, en vez de ir a los estados, se “coordinan” vía Skype. Dos, el mando único será presidencial y luego militar, en vez de estatal y de los civiles, centralización máxima, lo que reducirá el incentivo de los gobernadores a comprometerse. Tres, ambas estrategias coinciden en relegar el tema central, ya que tienen cero propuestas de fortalecimiento de las policías. Para AMLO las policías locales no existen ni importan, con el agravante terrible del desmantelamiento de la policía federal. ¿Secretaría de Seguridad sin policía federal? ¿Es chiste?
Cuarto, durante el sexenio anterior el presupuesto de seguridad se estancó (Calderón lo duplicó y Peña dejó de incrementarlo) y AMLO comienza peor, pues el de 2019 es 12% menor, en términos reales, al de este año (el incremento dado al ejército es para obras en el aeropuerto de Santa Lucía, no para seguridad). No habrá manera de cumplirle a las víctimas, ni solucionar el problema de los desaparecidos, no se diga de reducir a violencia.
Todo apunta al engaño, a menos que funcionen las dos razones que ningún experto en seguridad del mundo había descubierto como las realmente eficaces para reducir la violencia: “no somos iguales y López Obrador está en la presidencia”. Ah, y las becas.