Mi vida cambió para siempre cuando, a un mes de cumplir dieciséis años, durante las vacaciones escolares del verano, conseguí, gracias a mi madre, mi primer trabajo, y acaso el que acabaría siendo el último de mis trabajos: ser periodista, un oficio que, si te apasionaba, lo sería para toda la vida, un oficio al que no podrías renunciar. No hice ningún mérito para conseguir, todavía quinceañero, ese trabajo. No estaba preparado para ser periodista. Pero mi madre, preocupada por mi conducta díscola... Читать дальше...