Biden, el presidente electo de EEUU, cambiará muchas políticas americanas y la internacional

Joe Biden ya es el 46 presidente de los Estados Unidos tras conquistar los 20 votos electorales de Pensilvania y los 6 de Nevada con los que rompe la barrera de los 270 votos ganadores hasta los 279 y camino de los 306 (una vez sume los votos de Arizona y Georgia) frente aún furioso y mal perdedor Donald Trump que se quedará en los 232 votos electorales y a más de cuatro millones de votos populares frente al súper récord de Biden de 74 millones de votos.

Se acabó Donald Trump, la larga pesadilla de los pasados cuatro años y en barrios hispanos americanos ya podrán cantar el ‘Se va el caimán, se va el caimán...’. Se va Trump un mal presidente, el peor de la Historia de EEUU y un mal y patético perdedor que acusó a los demócratas de fraude electoral y de haberle ‘robado’ la victoria con los votos que calificó de ilegales, mientras intentaba, inútil y desesperado, agotar la vía judicial.

Unas palabras indecentes de Trump con las que el Presidente saliente de los Estados Unidos ha atacado y denigrado ante su país y ante todo el mundo la Democracia americana. Causando estupor en las principales naciones de Occidente, que se sienten liberadas de la pesadilla Trump, y en los medios políticos y de comunicación de Washington.

Lugar donde periodistas de las grandes cadenas de la televisión nacional, abandonaron con indignación la sala de prensa de La Casa Blanca, ante semejantes ataque de Trump a la Democracia y a Biden, una declaración que Trump llevaba premeditada e intencionadamente escrita.

Lo que provocó una avalancha de muy duros comentarios editoriales contra Trump por parte de primeros analistas de la FOX, CNN, ABC, CBS y NBC. Y a ellos se sumaron primeros dirigentes del Partido Republicano como el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell.

En la seguridad todos ellos de que Donald Trump es un juguete roto y por tanto sin capacidad de represalia. Y que Joe Biden está a punto -el próximo 20 de enero- de ser ‘coronado’ en el Capitolio como el nuevo ‘emperador’ y el líder de la primera potencia del mundo.

Así lo comprobó el propio Biden cuando, en la mañana del pasado viernes, al salir de su residencia en Delaware se encontró en la puerta de su casa con la espectacular y larga caravana de coches oficiales y de seguridad que organizó el Servicio Secreto de los EEUU porque consideraba a Biden como el nuevo presidente y por lo tanto tenían que aplicarle de inmediato máximo nivel de seguridad, similar al que dispone Trump hasta el 20 de enero.

Lo que la Bolsa de Nueva York está celebrando, como una gran mayoría de los ciudadanos de este país que saben que Biden no va a tardar en poner coto y reglas estrictas contra la violencia policial en contra los ciudadanos de raza negra. Y que va a recuperar el programa de sanidad pública parcial de Barack Obama, va a relanzar las energías renovables y la defensa del clima, va a recuperar unas políticas fiscales equilibradas y moderadas, y va revocar las duras políticas contra la inmigración (veremos que ocurre con el muro de la frontera mejicana).

Y, sobre todo, Biden va a dar una batalla nacional contra la pandemia del coronavirus con medidas urgentes y acelerando todo lo posible la campaña de la vacunación. Al tiempo que aprobará ayudas económicas inmediatas para las familias más necesitadas del país. Cuestiones sociales estas últimas en las que tendrá un protagonismo especial la vicepresidenta Kamala Harris.

En muy pocas semanas o puede que sólo en pocos meses el presidente Joe Biden va a provocar un vuelco total a las políticas populistas y extremas de Trump.

Y algo muy parecido va a ocurrir en las relaciones internacionales de EE.UU. donde Biden va a poner punto final a la guerra comercial y al desprecio de Trump a la Unión Europea y a la OTAN. Anunciando de paso el regreso de USA a la Conferencia del Clima de París, a la OMS y la UNESCO, así como a las negociaciones de control nuclear en Irán y al diálogo con Palestina y con China, mientras se pondrán controles a las injerencias de Rusia en asuntos internos de la política americana.

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