El Jardín de la Mediocridad.

Es un lugar en donde nada crece; y el Espíritu humano vive prisionero; con su verdadera esencia adormilada, en lo más opuesto a su naturaleza. Ahí la vida se trunca, se reduce a su mínima expresión, a respirar en automático y a ver morir el tiempo. ¿Hasta dónde es permitido ser mediocre? ¿Es acaso un pecado? ¿A quién le fallas más allá de ti mismo? La mediocridad es un jardín radiactivo; altamente contaminante… se vale invitar a salir a la gente de ahí. Motivarlos. Pero entrar a cargar a alguien a cuestas es muy peligroso. Nada hay tan dañino como el empecinarse en rescatar a quien no desea ser salvado.

La mediocridad es el abuso del libre albedrío; un atentado a la especie pensante. Es la forma más ruin de ser un malagradecido con la vida. Los mediocres suelen ser vistos con compasión. Eso es un acto de injusticia. Deberíamos mantenerlos a raya, y exigirles un alto a su dejadez, a su flojera, porque no es justo que respiren y gocen del mismo aire que aquellos que hacen de cada día un Legado. Por lo general son buena gente. Mediocres pero “buena gente”.

La mediocridad no es cuestión de dinero; está en todos los estratos sociales: en el sujeto que gana el mínimo, y cuyo trabajo radica en pasar largos periodos sentado, esperando una venta, sin tomar un libro para aprovechar las horas y las deja morir de manera miserable. Vive al día. Es terrible su pobreza. Pero no sueña siquiera con salir de ella. Es indolente y pasivo. La mediocridad también está en el directivo elegido por compadrazgo, bien pagado, instalado en el confort de su vida desahogada, en su sillón de piel negro. Acumula facturas de restaurantes caros, cargadas a la caja chica de la empresa. No necesariamente es malo. Solo mediocre. No hace nada por nadie, nada que trascienda. Igual se muere de mediocre día a día, solo que come mejor que el otro del salario mínimo. Sus horizontes acaban en ver Netflix.

Sus sueños más altos: la remodelación de su casa para agregarles cuartos que no usan o cambiar de camioneta, muy grande... casi tan amplia como sus complejos.

La comodidad es la puerta grande hacia esos prados oscuros… asegúrate de que tu vida no esté siendo demasiado cómoda.