La camioneta que desaparece jovencitas en Obregón
“Si quiere encontrar a su hija, vaya Bataconcica, Bácum, antes de entrar al pueblo está un arroyo, un canal; va a doblar a su mano izquierda, por el segundo camino; ahí hay un rancho escondido y ahí esta su hija”, dijo la voz masculina al otro lado de auricular a la señora Nora Lira, quien buscaba a su desaparecida en Ciudad Obregón, Sonora, desde hacía dos años. Al colgar sintió un vuelco en el corazón. “Sabía que era peligroso, que podría ser una trampa pero decidí ir”, me cuenta.
Aquel día, después de media hora de buscar en un rancho, una varilla se enterró fácilmente en la tierra. Escarbaron con las palas y encontraron la blusa roa de flores que vestía Fernanda la última vez que la vieron. Primero salió un pedazo de la cadera, luego una costilla.
Fernanda Sañudo Lira, de 17 años de edad, salió de su casa rumbo a la de una amiga el 2 de octubre de 2018. Nadie supo más de ella. Curiosamente fue justo un año después, el pasado 2 de octubre, cuando encontró sus huesos.
El caso de la señora Nora es una excepción. En Ciudad Obregón los colectivos tienen registro de mas de 50 jovencitas desaparecidas en lo que va del año, en una ciudad de apenas 400 mil habitantes, y que hasta hace unos años era boyante por su actividad empresarial y agrícola.
De cerca de 70 desaparecidas en 2 años, solo han encontrado el cuerpo de dos.
Las víctimas tienen rasgos en común: entre 17 y 25 años de edad, descritas de tez blanca, pelo negro, “bonitas, guapas y atractivas”, sin relación aparente con bandas criminales; desaparecen en trayectos o lugares públicos. En varios de los casos ha participado una camioneta blanca y una negra, coinciden colectivos.
A pesar de las pistas, las autoridades no han dado con los responsables.
Es escalofriante que no exista una sola narrativa de lo sucedido con ellas.
Es escalofriante que las autoridades no hayan emitido una alerta por la desaparición de jovencitas en esa zona del país.
En una entrevista hace cuatro días en radio a la periodista Soledad Durazo, el titular de la Comisión de Búsqueda de Personas en el estado de Sonora, José Luis González Olivarría, dio una de cifra de desaparecidos sin saber a qué periodo pertenecen. No supo decir números reales. No supo explicar qué están haciendo para localizarlas. No supo nada: un reflejo de la incapacidad e indiferencia de quienes, en teoría, están trabajando por atender el tema.
Las hipótesis de qué les paso a estas jóvenes deben construirse en una narrativa basada en la investigación de parte de las autoridades y de la no impunidad; basada en la construcción con base a los responsables de estas desapariciones. Algo que no está sucediendo.
El tema es precisamente ese: no hay detenidos. Los pocos restos encontrados han sido localizados por labores de las propias madres que con varillas y palas, rastrean predios el estado.
Pero su historia no es sólo en el estado, es reflejo de lo que se vive en el país.
En México, la Seguridad Pública parece no ser una prioridad para el presidente Andrés Manuel López Obrador ni en el ámbito local. Casi un mes sin titular de Seguridad Pública después de la renuncia de Alfonso Durazo, es muestra que la el tema no es prioridad como lo es otro, por ejemplo Hacienda: cuando renunció Carlos Urzúa, el titular, a las pocas horas ya había alguien a la cabeza, Arturo Herrera.
Este desdén lo sienten familias y especialmente madres de mujeres desaparecidas en el país y, particularmente, en Ciudad Obregón, que es la historia que cuento hoy: ahí se están llevando a las niñas, “levantándolas” en la vía pública, sin que a nadie del gobierno federal o local pareciera interesarle investigar este terrible fenómeno.
Sin cabezas ni liderazgos, o con funcionarios como González Olivarría que no conocen la realidad de sus desaparecidos ni tienen como prioridad cuidar a las mexicanas y mexicanos, no se puede esperar que estos casos se aminoren o acaben.
Esta noche la señora Nora dormirá al menos tranquila de tener unos huesos a los qué llorarle a Fernanda, su niña, una joven aplicada en la escuela y que quería ser diseñadora de modas.
Muchas no lo harán, seguirán buscándolas y al parecer, sin nadie que las ayude.
SANDRA ROMANDÍA es periodista de investigación. Coautora de Narco CDMX (2019) editorial Grijalbo; y Los 12 Mexicanos más pobres (2016) editorial Planeta y ganadora de la beca María Moors Cabot, de la Universidad de Columbia en Nueva York.