La Basílica y el covid-19
Yo me quedé en que la Basílica de Guadalupe iba a cerrar el 11 y 12 de diciembre para impedir la propagación del COVID-19 entre los millones de personas que normalmente acuden a ese recinto a festejar a la Virgen Morena.
Pero según se publicó ayer en diferentes medios y redes sociales, parece que no, que sí se va a abrir con accesos controlados, respetando la sana distancia y con mil y un cuidados más.
Pocas cosas pueden ser más fáciles que perder la cabeza ante semejante noticia.
¿Por qué? Porque es una invitación al debate, a la polarización, al clasismo, el racismo y a todo lo malo que usted pueda imaginar.
Para los enemigos de la Iglesia está muy claro: esto es un acto de ignorancia, una muy clara demostración de que a la Basílica le importa más el negocio que la salud del pueblo de México, una afrenta política, una estupidez.
Para los católicos, también: es un acto de amor, una prueba de fe, el privilegio de darle las gracias a la Virgen por la vida, por la salud, por los milagros en tiempos de COVID-19 o, al contrario, una oportunidad para pedir por los que están contagiados, para rogar por no contagiarse.
Si usted asume que la gente que va a ir a la Basílica en esas fechas es ignorante, que existe la posibilidad de que más de uno vaya sabiendo que es “positivo” y que muchos violarán las normas, es porque usted es una criatura llena de odio y prejuicios.
Si usted tiene la esperanza de que las personas que acudirán la casa de la madre de Dios en esos días lo van a hacer sabiendo cómo comportarse, respetando las reglas y sin que se dé un solo contagio, es porque es ingenuo, porque también está mal.
No hay manera de decir algo o de hacer algo que esté bien.
¿Apostamos a que cuando le pregunten a Andrés Manuel López Obrador sobre esto en “La mañanera”, él se va a salir por la tangente apelando al respeto que siente por la Iglesia Católica y poniendo en manos de la población la responsabilidad de que no haya más contagios?
¿Usted cree que la jefa de gobierno de la Ciudad de México se va a aventar el paquete de cerrarle el changarro a los católicos o de negarle el apoyo logístico a la Basílica en una fecha tan especial?
Ésta es la trampa perfecta, el truco publicitario del año. ¡Felicidades a su creador!
Nos vemos el miércoles 25 de diciembre, dos semanas exactas después de la noche previa al Día de la Virgen, a ver cómo está la ocupación en los hospitales no sólo de la capital de la nación, de todos lados.
Porque, le recuerdo, a la Basílica llegan peregrinos de todo el país y esta supuesta confirmación de que sí habrá servicio es una invitación poderosísima para que los que más han sufrido, para que los que más han gozado, se hagan presentes y hasta se luzcan.
¿Qué irá a pasar ese 25 de diciembre? ¿Con qué cifras de muertos y contagios vamos a llegar? ¿Con qué historias? ¿Qué clase de Navidad nos espera?
Quiero pensar que no va a pasar nada, que los números no se modificarán, que nada malo le va a ocurrir a ninguna de las personas que vayan a La Villa el 11 y 12 de diciembre.
Quiero creer en un auténtico milagro guadalupano porque, de lo contrario, las consecuencias podrían ser terribles, peores, mucho peores, a las que tenemos ahora. ¿O usted qué opina?
alvaro.cueva@milenio.com