El virus da la puntilla a uno de los últimos artesanos del cuero de Salamanca
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Jesús González Escribano, a sus 57 años y después de 42 encerrado entre pieles que convierte en verdaderas obras maestras del cuero, ha decidido dar por terminada su profesión que comenzó cuando apenas se había iniciado en adolescencia.
«El bicho me ha dado la puntilla. Si no hay una corrida de toros, el torero no necesita productos del cuero, no requiere de unos botos, ni cajas de montera, ni fundones, ni zahones, ni esportones», ha lamentado ante Efe Jesús González, Chuchi entre clientes y amigos.
De un pequeño local, en una calle de escaso tránsito de Salamanca, pero cerca del centro, de entre sus paredes, repletas de plantillas, de hormas, de trozos de piel, de restos de cuero, han salido obras de arte guarnicionero, realizadas con la dedicación y sabiduría del viejo maestro artesano.
Jesús González ha utilizado una terminología taurina para mostrar su realidad, que le ha venido dada por una competencia industrializada que ha arrinconado al artesano, además de una pandemia que le ha acabado de «dar la puntilla», de «dar la última estocada».
Y ahora se abre un nuevo mundo laboral ante él, alejado de las pieles, de las viejas máquinas de coser que se agolpan entre las cuatro paredes oscuras de un local iluminado por una escasa luz procedente de dos fluorescentes que, por su apariencia, demuestran los años que llevan iluminando el trabajo de Jesús.