Una nueva edición del Lazarillo llena de originales propuestas
0
Lazarillo de Tormes
, no deja de ser un loable y aplaudido atrevimiento, máxime si el autor no se ciñe a interpretar lo escrito en tal o cual «tratado» del enjundioso librillo, a identificar topónimos de poblados ya desaparecidos, a esclarecer el significado de palabras y expresiones clásicas caídas en desuso, a identificar personajes históricos relacionados con los de la novelita…; antes al contrario, Mariano Calvo propone de manera categórica y muy razonada quién es el autor y dónde y cuándo escribió esta breve novelita en capítulos que preceden al texto literario. También se detiene en resaltar la familiaridad con lo toledano del anónimo e inteligentísimo autor del siglo XVI, aunque no hubiere nacido en esta «insigne ciudad»; asimismo, se hace la clásica pregunta de si es Lázaro el primero de los pícaros o el anunciante de todos ellos; repara, igualmente, en las interpolaciones que aparecen en la edición de Alcalá de Henares (1554) y de los expurgos y supresiones que ha sufrido este librillo enjundioso... Pero lo que resulta más original –más allá de atribuir la autoría del libro a Juan de Valdés basándose en un anagrama hartamente forzado-, es que el autor busque razones escondidas que justifiquen, incluso, corrigiendo al propio autor de la epístola lazarillesca, la relación de Lázaro con el Tormes salmantino y, también, con el topónimo del pueblo del que proceden sus padres.
Por todo ello, esta nueva edición del Lazarillo
no dejará indiferente a los amante de la literatura ni, por supuesto, a los críticos literarios, pues se trata de una edición original y, por ello, diferente a las de uso común: Mariano se esfuerza en identificar al anónimo autor con Juan de Valdés con razonadas razones, aunque no pasen de razonadas hipótesis y, sobre todo, no excluyen antiguas y razonadas propuestas autoriales de sesudos y prestigiosos investigadores: don Miguel de Unamuno da por hecho en En torno al casticismo, que el autor del Lazarillo de Tormes es Diego Hurtado de Mendoza y, de hecho, existe una edición de esta sustanciosa obrita que exhibe en su frente la autoría de este escritor diplomático y poeta granadino; Francisco Cervantes de Salazar también goza de partidarios que le adjudican la escritura lazarillesca; y el mismo Alfonso Valdés cuenta también con numerosos apoyos que apuestan por él como verdadero autor, entre ellos Rosa Navarro. Un tal Lope de Rueda, que no se refiere al hijo del batihoja y autor de los famosos Pasos, Fr. Juan de Ortega y Sebastián de Horozco, Pedro Rúa, ¡incluso, Cristóbal Colón!, son otros tantos escritores que se disputan la preciada autoría del Lazarillo. Mariano Calvo repasa casi todos estos supuestos en un capítulo.
La razón fundamental en que se apoya Mariano Calvo para adjudicar la paternidad del Lazarillo a Juan de Valdés es el supuesto hallazgo de un acróstico muy forzado y escondido en el título mismo de la novela: La vida de Lázaro de Tormes y de sus fortunas y adversidades. Apoya su teoría, además, en que el autor es «un ciudadano que, a su natural espíritu crítico, uniera (une) su linaje de judeo-converso y su filiación de alumbrado y erasmista, perfiles todos que reunía el humanista conquense Juan de Valdés». En cualquier caso, ese rebuscadísimo aacróstico es similar al «Covos» y «Peres» que lee Aldo Ruffinato en el título añadido por aviesos impresores al primer capítulo de la novela: «Cuenta LázaroO su Vida y cuyO hijo fue», y primera línea del texto: “PueS sEpa Vuestra MeRced antE todaS cosas…». Y apoyándose en este descubrimiento, explica Mariano Calvo la relación –prolongada en 10 meses (entre abril de 1525 y febrero de 1526)- de Juan de Valdés con Toledo, tiempo suficiente para que el esmerado autor conquense se empapara de toledanidad. Y como durante ese tiempo residió en el palacio de Muñarriz, aunque el propietario del inmueble en 1525 era entonces don Rodrigo Niño, que ostentaba los títulos «de Tormes» y «de Tejares» (lo que no deja de ser asombrosa casualidad al coincidir con el apellido de Lázaro y el lugar de procedencia de sus padres), el alumbrado y exquisito Juan de Valdés agradecía a sus anfitriones su generosidad hospitalaria concediendo sus títulos nobiliarios a Lázaro, como apellido y lugar de origen de su familia. Juan de Valdés escribiría la obra entre 1525 y 1526 en Toledo, y en 1529, perseguido por la Inquisición, entrega el original al impresor alcalaíno Miguel Enguía para su publicación y huye a Italia. Pero
El Lazarillo
no sería publicado hasta 1552 por razones inquisitoriales, edición de la que no existen ejemplares, trece años después de la muerte de Juan de Valdés en Roma. Con respecto a la presencia de Toledo en la novela, el autor de la presente edición da cuenta de múltiples escenarios ciudadanos en los que aún hoy día se pueden vislumbrar episodios lazarillescos tal cual sucedieron. El eje espacial del escenario es la calle Bajada del Barco…
En cuanto a la redacción de la obra, algunos críticos literarios (José Luis Madrigal entre ellos) aseguran que fue escrita después de las segundas Cortes convocadas por Carlos V en Toledo (1535); otros, defienden que no pudo ser escrita antes de 1546; incluso, precisan que se escribió poco antes de ser publicada en 1554. La propuesta muy razonada de Mariano Calvo en esta ocasión es que la escribe Juan de Valdés en Toledo, junto a su hermano, en los diez meses señalados en el lugar antes mencionado. También Mariano reflexiona sobre la intervención de los editores en el texto original, que hubieron de recibir redactado en forma de epístola, y ellos lo trasformaron en novela con capítulos de mayor o menor extensión y les colocan el título correspondiente. Opina Mariano Calvo que el texto de las interpolaciones pertenece al mismo autor del Lazarillo
, pues «en caso de autores diferentes exigiría una compenetración muy difícil de alcanzar». Y acaba, después del texto literario, puntualizado con casi seiscientas notas aclaratorias a pie de página, con un capítulo,«Génesis del Lazarillo» titulado, en que Mariano, abandonando su posición de ensayista, recrea la elaboración de la carta epistolar convertida en novela de manera sugestiva y literaria con las teorías y supuestos que ha defendido en los capítulos anteriores. Y se cierra esta edición ilustrada con motivos procedentes de la edición Maurice Leloir y el apartado bibliográfico.
En fin; se trata de una nueva edición del Lazarillo llena de originales propuestas, todas muy razonadas, pero con algunas –el pretender leer el nombre de Valdés en el título de la obra-, Mariano Calvo «está entrando en el terreno propio de las tribulaciones», como afirma Francisco Rico en una entrevista en ABC comentando la opinión de Madrigal al suponer el nombre del pícaro protagonista en «Salazarus»; también, cuando afirma que las interpolaciones pertenecen todas al autor anónimo del libro famoso por la razón antes apuntada. Son, pues, opiniones guiadas por el deseo de que así sean y así ocurrieran antes que por la pura y fría objetividad. En cualquier caso, felicito muy sinceramente a Mariano Calvo por esta original y muy documentada y sugerente edición del Lazarillo.