Medvedev, maestro a lo grande
Su evolución en la capital británica ha sido soberbia, con triunfos ante Zverev, Djokovic, Schwartzman, Nadal y el de Thiem, no es poca cosa. Ha completado un torneo de matrícula y siempre ha dado la sensación de estar mejor que ningún otro tenista, lanzado para evidenciar que su estilo, anárquico e imprevisible, se adapta a las mil maravillas a un escenario como este. Juega durísimo, con un saque que es una bomba y con una derecha feroz, y encima presenta recursos suficientes como para gustarse. Ya había avisado de su poderío, finalista en el US Open de 2019 y solo derrotado por Nadal en la quinta manga, pero ahora le llega su momento. Se lo ha ganado.
Es un ruso muy ruso, al menos en el carácter, pero vive en Montecarlo. Paradójicamente, y aunque unas cuantas líneas antes se ha destacado su frialdad, ha protagonizado momentos de alta tensión en las pistas, con enfrentamientos con las gradas (hizo una peineta al público de Nueva York después de que le abuchearan repetidamente) e incluso con rivales (se las tuvo con Schwartzman por celebrar un punto en la cara del argentino, quien le llamó bobo). Hay más, pero tampoco es el momento de rescatar las travesuras del chico, que si asoma por aquí es por su gran logro.
Medvedev, que tiene un máster en Matemáticas, es lo más parecido a un robot en la pista. Repite movimientos, golpea casi sin inmutarse, le pega a todo lo que le llega. Ante Thiem, y pese a perder el primer set, al igual que el sábado contra Nadal, se recompuso y llevó el pulso a la manga decisiva después de llevarse la segunda en el tie break, en donde enlazó siete puntos consecutivos. Ya en el último parcial, siempre llevó la iniciativa y acorraló a un Thiem agotado. El austriaco, sensacional también, se quedó sin gasolina y admitió la superioridad de Medvedev, maestro de maestros. Sobra decir que, obviamente, ni lo celebró, y eso que ha tumbado a los números uno, dos y tres en un torneo memorable.