A los que subrepticiamente tiramos a sentimentales las navidades nos agudizan la querencia. Así que le pedí a mi madre que organizase una comida para escuchar a mi prima María, de cabeza de acero inoxidable a sus 92 años. Ella vive en un barrio coruñés y su biografía -buena, humilde y currante- no tiene más. Pero vale la pena hablar con ella, como con otros de su quinta, porque preservan una memoria que pronto perderemos: la de los españoles que conocieron la vida en hogares sin electricidad ni agua corriente. Un mundo ignoto para los chavales de hoy, que en muchas aldeas de todo el país no difería demasiado en su cotidianidad de una existencia neolítica.
Lo primero que soltó María... Ver Más