Hans Albers, la estrella nazi que ocultó su relación con una mujer judía
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Albers tomó sus primeras clases de actuación a espaldas de sus padres cuando era todavía un adolescente, en su Hamburgo natal. Protagonizó la primera película sonora alemana, «Die Nacht gehört uns», en 1929, e interpretó el personaje de Mazeppa en «El ángel azul», con Marlene Dietrich. Ya por entonces se veía con Burg y, tras la llegada de los nazis al poder, en 1933, ambos se mudaron a una casa a orillas del Lago Starnberg, en Baviera, donde esperaban pasar más desapercibidos que en Berlín, donde la prensa seguía sus pasos a diario. «Nunca terminaremos de saber a quién engañó realmente, si a los nazis o Hansi Burg, porque durante años mantuvo un extraordinario equilibrio para seguir con ella sin renunciar a su carrera, aunque es muy posible que el Ministerio de Propaganda de Hitler acabase teniendo noticia de la relación porque sus agentes eran muy concienzudos», dice Ken Duken, que interpreta ahora el personaje de Albers. Posiblemente fue sometido a presiones por parte del gobierno nazi antes de que, en 1939, organizase la salida de Burg en dirección a Suiza, después a Reino Unido. Siguió enviándole dinero en secreto mientras la opinión pública alemana desconocía la relación con la judía y asociaba la figura de Albers a constantes coqueteos y encuentros con las actrices más populares del momento.
«He estudiado mucho a Albers, como actor, y la verdad es que soy su fan incondicional en ese aspecto. No se preparaba para los papeles, pero lograba espontáneamente una precisión admirable», reconoce Kuken, que también confiesa que «he intentado no encarnar a la persona Hans Albers, sino más bien su energía, su poder, cómo ardía en los extremos, todo su narcisismo y auto-reconocimiento». «Hay en él una gran contradicción que pone el sello al personaje: su deseo de ser amado por el pueblo alemán, que alternaba con el culto a su propia imagen. No quería que nadie pensase que se dejaba arrastrar por el carro del nacionalsocialismo, saboreaba el engañar a los nazis en sus propias narices, pero al mismo tiempo dependía de las aclamaciones públicas de los líderes, como en una especie de adicción».
Albers despreciaba a los nazis y se negaba a acudir a las fiestas a las que era reiteradamente invitado. «Sencillamente, no me interesa la política», declaraba en público, pero rodaba películas de propaganda nazi, una tras otra, reuniendo una considerable fortuna. La película recoge la escena, en la primavera de 1946, en la que Burg había logrado volver a entrar en Alemania, como reportera de la radio del ejército británico, y se presentó en su casa de Baviera, echó con cajas destempladas a la mujer que entonces convivía con él y le expuso a gritos toda una serie de reproches por no haber ayudado a los judíos, por no haber salvado a sus padres.
El docudrama ha contado con financiación de Nordmedia, cuyo director gerente, Thomas Schäffer, ha cifrado la inversión en 587.000 euros, un poco más de un tercio del presupuesto total. Estaba previsto su estreno en otoño, pero la pandemia retrasó el calendario de rodaje y «El rubio Hans» hubo de esperar hasta ahora.