El desbarajuste ha presidido el Gobierno de la Generalitat en esta legislatura, una triste realidad que, desgraciadamente, le acompañará hasta el último minuto de su agónica existencia. Hace un año, el entonces President Quim Torra proclamó solemnemente que los socios que lo integraban se habían perdido la confianza, que no tenían un proyecto compartido y que la división en su seno era una realidad evidente.
En cualquier democracia occidental, la consecuencia lógica de este análisis presidencial habría sido la disolución inmediata del Parlamento y una fecha electoral. No fue así, y así estamos: con un gobierno pornográficamente enfrentado consigo mismo e incapaz de tomar muchas de las decisiones que necesita el país en uno de los peores momentos de nuestra historia reciente. Y ello tiene mucho que ver con el lamentable debate de estos días sobre la fecha de las elecciones. Si el President hubiese hecho lo que tocaba hace un año, hoy no estaríamos en este lodazal.
Ante tanta inoperancia y tanto desorden, las elecciones, inicialmente previstas para el 14-F, se plantean con una disyuntiva muy simple: cambiar o seguir con el desbarajuste de un Gobierno de signo independentista, inexorablemente integrado y apoyado por partidos y personas que no se soportan. Cambiar para poner punto y final a una etapa que sólo ha generado frustración, división y dolor a muchas personas y familias. Cambiar, no para continuar mirando por el retrovisor, sino por el parabrisas y para conducir el país en el tortuoso camino de la imprescindible reconstrucción. Cambiar, también, para reconciliarnos con nosotros mismos y con el conjunto de España, desde el respeto mutuo. He aquí lo que nos jugamos en las próximas elecciones al Parlament. A quién juzgamos o evaluamos no es al Gobierno de España, sino al de Cataluña y lo que elegimos es quien queremos que lleve el timón de la reconstrucción y de la reconciliación: los que han embarrancado el barco contra las rocas, o los que pueden ayudar a reflotarlo. En este escenario, sólo Salvador Illa puede vertebrar una alternativa real a tanto desbarajuste. Así de sencillo y de importante.
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