Rafael, vivo por un minuto: su agónico rescate de un incendio contado por los polícías que lo salvaron
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Una y media de la madrugada. El servicio de emergencias 112 avisa: «Una persona está atrapada y da golpes dentro de un piso». Los policías locales Kike y Víctor, a la carrera, son los primeros en llegar a la vivienda, pequeña y en la planta baja del edificio, donde Rafael vive solo.
Rafael, junto a la tabla de planchar, a unos cinco metros de la puerta
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Vídeo de la Policía local
Subidón de adrenalina. No se lo piensan dos veces. A patadas, logran derribar la puerta, pero una impresionante y bocanada tóxica de humo negro les da la bienvenida. En el interior, la oscuridad es rota por la luz artificial que llega desde el descansillo. «Coge aire... ¡Una, dos y tres!». Mientras un vecino los alumbra con una de sus linternas, Kike y Víctor entran a pecho descubierto en la boca del lobo a por Rafael, inconsciente y tirado en el suelo del salón. Está a unos cinco metros de la entrada, pero a ellos les parece 50. Llegan a cogerlo de una especie de plumas o chaqueta; lo arrastran un «poquito» pero se rompe la capucha, o algo similar, y se quedan con el trozo de la prenda en las manos.
Sofocados por el esfuerzo y por el humo, tienen que salir a tomar aire y vuelven a entrar. Regresan a por Rafael ya con otro agente municipal, Juande, y Pedro, un policía nacional que llega con su compañero Esteban, que lleva una palanqueta en sus manos. Todos forman una cadena, como los de Fuenteovejuna, en la que Pedro está de ariete. «¡Está ahí, está ahí!», grita Kike.
«¡Tirad!»
El policía nacional recuerda los consejos de los cursos de formación. «La imagen es dantesca. El humo siempre va para arriba y me pongo a gatas, como en las trincheras; llego a él y lo engancho». Detrás, el equipo. Kike, que graba todo el rescate con la cámara que lleva al pecho, da indicaciones para que los demás arrastren a Pedro y el cuerpo inerte de Rafael cuando se pueda: «¡Tirad!».
Pero la nube venenosa y la falta de luz no son los únicos obstáculos. Hay otros inesperados: Rafael tiene muchos objetos por el suelo. ¿Un posible caso de síndrome de Diógenes? Una tabla de planchar provoca la caída en cadena de los rescatadores hacia atrás. Están ya sin fuerzas, faltos de oxígeno y con bocanadas de humo dentro de los pulmones. Pedro, el ariete, tropieza una segunda vez, aunque logra que sus compañeros lo saquen del infierno a rastras, tomen aire y vuelvan a por Rafael para ponerlo a salvo también.
Antes de que se marchen a seguir patrullando, el médico del equipo sanitario les dice que han salvado la vida de Rafael «in extremis». Por un minuto.
El equipo sanitario atiende a Rafael en la calle
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Policía Nacional