Faulkner dice
Gil cerraba la puerta de la semana acusando debilidad. Caminó sobre la duela de cedro blanco y llegó al entrepaño donde guarda los discursos del Premio Nobel, pequeños libros publicados por Alpha Decay. Gil acopió algunos subrayados de William Faulkner para arrojarlos a esta página del directorio.
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Nuestra actual tragedia es un miedo físico general y universal que se prolonga desde hace tanto tiempo que apenas puede soportarse. Ya no hay problemas de espíritu. Sólo hay una pregunta: ¿cuándo saltaré por los aires? Eso ha hecho que el joven que escribe hoy haya olvidado los problemas del corazón humano en conflicto consigo mismo, lo único que puede producir una buena escritura porque es lo único sobre lo cual vale la pena escribir, lo único que merece la zozobra y el sudor.
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Me niego a aceptar el fin del hombre. Es muy fácil decir que el hombre es inmortal sólo porque resistirá: que cuando el último tañido de la muerte haya repicado y se desvanezca desde la última roca alzada inútilmente ante la ausencia de marea en el último atardecer rojizo y moribundo, que incluso entonces existirá aún un sonido, el de su voz insignificante e incansable, que seguirá hablando. Me niego a aceptar eso. Creo que el hombre no sólo resistirá, sino que prevalecerá.
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[…] compasión, sacrificio y resistencia. El deber del poeta, del escritor, es escribir sobre esas cosas. Su privilegio es ayudar al hombre a resistir haciendo que su corazón se eleve, recordándole el valor, el honor, la esperanza, el orgullo, la compasión, la piedad y el sacrificio que han constituido la gloria de su pasado. La voz del poeta no debe ser sólo una crónica del hombre, puede ser uno de los puntales, de los pilares para ayudarlo a resistir y prevalecer.
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Años atrás, nuestros padres fundaron este país, esta nación, sobre la premisa de los derechos del hombre […] Fundamos una tierra, y fundamos en ella no sólo nuestro derecho a ser libres, independientes y responsables, sino el deber inalienable del hombre de ser libre, independiente y responsable. De eso hablo: la responsabilidad. No sólo el derecho, sino el deber del hombre de ser responsable, la necesidad del hombre de ser responsable si desea permanecer libre; no sólo responsable ante otro hombre y de otro hombre, sino ante sí mismo.
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[…] En alguna parte, en algún punto, perdimos, olvidamos o nos deshicimos voluntariamente de esa otra cosa, sin la cual la libertad y la independencia ni siquiera pueden existir. Esa cosa es la responsabilidad, no sólo el deseo y la voluntad de ser responsables, sino el recordatorio de los viejos padres de la necesidad de ser responsables. La perdimos, la olvidamos o bien la desechamos deliberadamente. Decidimos que para la libertad no valía la pena la responsabilidad de ser libres, o bien olvidamos que, para ser libre, un hombre tiene que asumir, mantener y defender el derecho a ser responsable de su libertad.
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[…] creer que el delito del hombre contra su libertad consiste en que hay muchos hombres, es creer que la tolerancia del hombre sobre la faz de la tierra no está amenazada por su entorno, sino por él mismo: que no puede hacer frente a su entorno y sus males, porque ni siquiera puede hacer frente a su propia multitud. Justo lo que creen quienes maltratan y traicionan a la multitud humana para su propio engrandecimiento, poder y ejercicio del cargo: que el hombre es incapaz de responsabilidad y libertad, de fidelidad, resistencia y valor; que no sólo no sabe elegir entre el bien y el mal, ni siquiera sabe distinguirlos, y menos aún ejercer la elección.
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Como todos los viernes de pandemia Gil toma la copa consigo mismo. Mientras deja caer un chorro de Glenfiddich 15 en un vaso corto repite en voz alta la frase de Faulkner: “Siempre sueña y apunta más alto de lo que sabes que puedes lograr”. _
Gil Gamés
gil.games@milenio.com