Nadal choca con un gran Rublev y se despide de Montecarlo en cuartos
Se le escapa al balear la opción de sumar su duodécimo título. Y se le escapa después de haber conseguido lo más difícil, ganarse a sí mismo. Porque en el primer set pagó la falta de ritmo que había sumado en sus dos primeras rondas. Lo confesó él, no había sido exigido ni por Delbonis ni por Dimitrov, y después de varios meses sin la adrenalina de la competición, se topó con una versión de Nadal rígida, tensa, demasiado atrás e incapaz de limitar sus errores. «¿Qué haces?», se gritaba de vez en cuando, en eco sus lamentos por una grada vacía. Demasiados gestos contrariados, inusuales, como eran sus despistes con el revés o con el saque, hasta ocho dobles faltas. Con dos de ellas concedió dos turnos de saque, con un Rublev impertérrito que se aprovechó del bajón para impulsarse hasta el 6-2 y el 3-1.
Nadal, al que siempre hay que ganar dos, tres y hasta cuatro veces, comenzó a entrar en calor. Punto a punto, buscando siempre el revés del rival, encontrando en las dejadas opciones para el premio. Así se encontró a sí mismo, superando tres bolas de 4-1 en contra y dos más para el 5-2 y saque del rival. Y así, el Nadal de las grandes tardes para levantar el partido, el set y ganarse otra oportunidad de sumar la victoria 74 y unas semifinales en esta edición 2021.
Pero cuando ya Nadal era Nadal, apareció el mejor Rublev. Un ruso desgarbado, al que se le iba la cabeza de vez en cuando pero que ha crecido en calma y paciencia. Si se arrepintió de las oportunidades perdidas en el segundo set ni se le notó en el tercero. Son 23 años, le falta fogueo en grandes citas, y enfrente tenía a Nadal. Para cualquier otro, o para sí mismo en cualquier otro momento, la remontada del español podía haber supuesto una losa demasiado grande, pero este Rublev es ya el tenista que aspira a todo con las armas bien dispuestas. Resta tiempo de pensamiento al rival con un tenis rápido y un saque estratosférico. Esconde de maravilla el revés, quizá su golpe más limitado, y ataca a la perfección con el drive, bombas a 145 kilómetros por hora a las que Nadal no pudo encontrar fórmula alguna. Son 23 años y, a pesar de la paliza que se había dado ante Roberto Bautista, aguantó de piernas, de brazo y, sobre todo de cabeza, para escribir su nombre en las semifinales de Montecarlo.