Objetivo: dañar Madrid
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El Gobierno no explica por qué margina a Madrid, por ejemplo, con el reparto de fondos de la Unión Europea, ya que esta comunidad recibe el 13 por ciento y Cataluña, el 17, lo que se salda con 422 millones de euros menos. Tampoco explica por qué sale agraviada en la distribución de los fondos estatales para empresas, ya que hasta un 30 por ciento del dinero se transfiere a la Generalitat catalana, regándola con 1.000 millones de euros frente a los 679 destinados a Madrid. Ni por qué recortó de 5.000 a 1.000 millones el plan de Cercanías diseñado en 2018. O por qué en sus primeros presupuestos inyecta a Cataluña un 60 por ciento más de inversiones públicas, o por qué ataca la escuela concertada, que en Madrid aglutina a casi 400.000 alumnos. Agravios innumerables hay incluso en la compra de material sanitario durante la pandemia, y en la justificación de por qué Madrid fue la última autonomía en acceder a la fase 1 de la desescalada. Agravio hay en la imposición a esta autonomía de un estado de alarma a la medida de Moncloa que el Tribunal Superior de Justicia declaró ilegal, o en las razones de qué el aeropuerto de Barajas ha sido un coladero del virus pese a las advertencias desesperadas de la Comunidad. Ni Pedro Sánchez ni ninguno de sus ministros han pasado un solo minuto en el hospital Isabel Zendal o en una residencia de ancianos de Madrid, pero sí han tratado de torpedear las medidas adoptadas por Isabel Díaz Ayuso en favor de la hostelería regional. La información de ABC hoy resulta apabullante.
Sin embargo, no parece estar sirviéndole tanto esfuerzo por ahogar a Madrid mientras Cataluña recibe un dinero que mayoritariamente dedica a gasto identitario. Cuando la ministra de Hacienda anuncia una batería de medidas de ‘armonización fiscal’ diseñada para dar un sablazo a los madrileños, y a las pocas horas es desautorizada por la vicepresidenta económica de su propio Gobierno; o cuando Ángel Gabilondo niega que vaya a subir los impuestos que sí le exige Sánchez, el resultado no deja de ser un reconocimiento implícito de que en el PSOE hay un debate fallido sobre la idea de que dañar a Madrid es inútil en términos electorales. Quizás el PSOE debía valorar si esa es la razón por la que lleva más de dos décadas sin gobernar. Mejor le iría si ‘armonizase’ como en el País Vasco o Navarra.