Ayuso y Cataluña: de la xenófoba a la animalización
Ya en tiempo de Artur Mas cuajó la feliz idea de crear en la Cataluña separatista un órgano político para el control de los medios de comunicación, algo inédito en la vieja Europa donde la vulneración eventual de los derechos de las personas, por la difusión de contenidos fuera de la ley, es algo que observan directamente los tribunales de justicia. Pero, contra viento y marea, se creó un Consejo Audiovisual (CAC) cuya misión se sustanció básicamente en perseguir a los periodistas incómodos que no comulgaban con las verdades sagradas del independentismo: ésa era la auténtica y única vara de medir.
Han pasado los años y ese órgano, a pesar de las críticas, se mantiene incólume. No sólo eso, sino que en modo alguno ha cambiado su mecánica para proceder, aplicando la teoría del embudo a los políticos que veían herido su honor en función de si éstos eran constitucionalistas o nacionalistas; ya se sabe, la parte ancha para unos y la estrecha para los demás.
Lo de las últimas semanas no está teniendo nombre. La campaña de estigmatización, demonización y ridiculización de Díaz Ayuso ha rebasado casi todos los extremos imaginables; hasta el punto de que a la presidenta de la Comunidad de Madrid, alegremente y por supuesto en la televisión púbica, se la ha tildado de loca, de ida, de “frenopática” (sic), entre el odio y la chanza.
Lo más grave es que agresiones de semejante naturaleza y calaña, que rezuman xenofobia añeja, sean interpretadas en clave política y partidista, y no de lesión a la imagen y la fama de un ciudadano, en este caso de Isabel Díaz Ayuso. Es por eso que sorprende tanto que los socialistas, ante las andanadas cavernícolas de quienes detestan todo lo que huele a Madrid, se hayan puesto de lado, avalando con los radicales de estelada y barretina bien calada estos sórdidos ataques.
Es, como mínimo chocante, que las voces próximas a Esquerra Republicana o las huestes de Puigdemont pongan sistemáticamente el grito en el cielo lamentando que los madrileños no entienden la idiosincrasia del conflicto catalán mientras fomentan, tabernariamente, con vileza, el aquelarre contra la capital de España y quienes, institucionalmente, la representan. Chocante, irracional e inaceptable, lo diga o deje de decirlo el carísimo y conscientemente atolondrado Consejo Audiovisual de Cataluña