Ojalá Sevilla haya aprendido a recibir después del inmenso error que cometió con Juan José Asenjo. Esta es una ciudad de puertas frías. Todo el mundo contempla por la mirilla durante un rato los movimientos del que llama antes de abrirle. Es como si hubiera que ganarse el derecho a ser acogido. Asenjo sufrió esa altanería cuando llegó, pero en lugar de enfrentarse a la tradicional actitud hosca de la ciudad, decidió adentrarse en ella por el camino de la humildad, aunque aquellos meses primeros fueron para él un suplicio que vivió en silencio. Una vez más, los repartidores de carnés de sevillanía le pusieron la mano en el pecho. O pasaba por su ventanilla, o no habría sitio para...
Ver Más