Como Voldemort, el medinismo ha vuelto
Aunque hoy las elecciones a gobernador en Nuevo León nos parezcan graciosas, lo que ha pasado -políticamente hablando- en este estado durante los últimos seis o siete años es increíble: Rodrigo Medina pasó de ser gobernador a preso en el penal del Topo Chico, pero su gente se fue esparciendo lentamente entre los poderes Legislativo y Judicial.
La maniobra de los medinistas fue magistral. Granjearon voluntades al interior del Congreso del estado, manipularon la creación del Sistema Estatal Anticorrupción, eliminaron la Subprocuraduría Anticorrupción que llevaba sus casos y colocaron a sus amigos en posiciones clave para enterrar los expedientes de peculado, enriquecimiento ilícito, daño patrimonial, ejercicio indebido de funciones, etc.
Ernesto Canales, el subprocurador que lograra las múltiples vinculaciones a proceso en contra de Medina, perdió su puesto, y enseguida le fue girada una orden de aprehensión. Todo esto pasó ante las narices del gobernador Jaime Rodríguez Calderón, quien prefirió buscar el sueño guajiro de ser presidente de la República y tirar por la borda los importantes logros de la Operación Tornado.
Cuando “El Bronco” se dio cuenta, los medinistas ya estaban en todos lados, como la plaga, de manera que, si un medinista era juzgado, el fiscal fuera medinista y el juez también. Tan es así que cuando un medinista (Adrián De la Garza) perdió las elecciones a la alcaldía de Monterrey en 2018, otro medinista le dio el triunfo sobre la mesa del Tribunal Electoral.
Vueltas que da la vida. Yo lo estoy resumiendo, como cuento infantil, pero esta historia es digna de una película. La familia que más le ha hecho daño a Nuevo León hoy quiere volver a gobernar a través del candidato priista que, como ya vimos, es capaz de todo con tal de alcanzar el horrocrux que le falta a "Quien no debe ser nombrado", el poder Ejecutivo.
Elliott Ruiz