El Gobierno central ha pasado en 30 años de proyectar la interconexión de todas las cuencas hidrográficas de España a querer cerrar el grifo de los trasvases -bueno, de algunos, porque el Ebro, entre otros, sigue enviando agua a Tarragona, Bilbao y Santander- e imponer el agua desalada en la franja sur del Mediterráneo interconectando las desaladoras, unas plantas que, como la de Torrevieja, siguen, ni siquiera, sin conexión con la mayor parte de los agricultores de la provincia. Quede para la anécdota que el hoy Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, fuera en los años 90 del siglo XX, no ya quien planteara el trasvase del Ebro, sino el gran defensor de los trasvases cuando era ministro de Obras Públicas. Hoy, antitrasvasista, lo que toca de Villena hacia arriba.