Esa alumna de las escolapias
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Lo descubrió Chaves, lo aprovechó Zapatero y ahora lo explota Sánchez, en concurso con la factoría gripada de Iván Redondo. Ella siempre es ella misma. Sin dobleces. Ahí quedan sus citas memorables. Desde «el dinero público no es de nadie» al «he sido cocinera en antes que fraila», sin olvidar que «hay rebrotes porque tiene que haberlos». Porque a Valladolid vino a vender los mensajes que le mandan: los museos son lugares seguros y un recuerdo a quienes en su día se enfrentaron al fascismo, «y lo pagaron con la cárcel, el exilio y la muerte». Sirve lo mismo para un roto que para un descosido, sin necesidad de recurrir a la sonrisa de su paisano Solís. Por la mañana se mueve entre La Magdalena de Pedro de Mena, el Santo Entierro de Juni, y el soberbio claustro de San Gregorio, con la misma soltura que, luego, desgrana datos actuales de apertura de fosas en municipios españoles al amparo de la Ley de 2007.
Versatilidad, polivalencia, carácter multidisciplinar. Ahí tenemos a nuestra Carmen, recuperada para la vida institucional en la Ruber, y así seguir ejerciendo de contrapeso dentro del Ejecutivo, como feminista convencional, a las perniciosas ocurrencias del dúo Montero- Belarra. Calvo, como dique de contención, a ratos, con toda la sedimentación geológica de la Subbética frente a las presiones de la rapiña independentista y los filoetarras. Poyato, como alumna avispada de las escolapias, donde estudió, que por eso no quiere ofender ni a la Iglesia ni a España, con esa «e» disminuida que vapulea su partido. Incluso alabó el papel de Castilla y León en nuestra historia común, al aconsejar a los jóvenes que se queden para desarrollar iniciativas «en esta tierra tan importante para la identidad de España». ¡Toma ya! La musa de la resignificación del Valle de los Caídos, a medio camino entre Sánchez Albornoz y el No-Do, le da la razón a Rilke: la infancia es nuestra verdadera patria.