Son pocos los editores que logran salirse de ese segundo plano al que suele relegarles un negocio que cede todo el protagonismo al escritor. Es el talento del autor –cuando lo tiene–, su carisma o su capacidad de destacarse entre tantos escribientes lo que atrae la atención mediática. Así fue también con Thomas Wolfe (Virginia, 1900; Maryland, 1938), quien pese a su temprana muerte está considerado, igual que Faulkner, Dos Passos o Steinbeck, como uno de los autores estadounidenses más importantes del siglo pasado. «Fue un chorro de cielo e infierno americano que me abrió los ojos a América como un tema en sí mismo», dijo Kerouac. Y si esto fue posible se debe, en gran parte, al trabajo que...
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