¿Qué hacemos con las mañaneras?
A ratos me da la sensación de que, tras más de 600 sesiones desde el arranque de su gestión, incluso el propio Presidente ha comenzado a cansarse de la mañanera. No solo físicamente, lo cual no se le podría reprochar porque son dos horas en las que está de pie y durante las cuales se le exige una atención absoluta, algo que a su edad no es poca cosa a pesar de la pila que ha mostrado a lo largo del tiempo. Tengo la impresión de que, a diferencia de los primeros dos años, el Presidente exhibe menos entusiasmo y pasión en estas sesiones, o al menos no tan frecuentemente como en el pasado. Me parece, esencialmente, que se trata del agotamiento de la fórmula. En los últimos meses se ha desplazado la hora de inicio algunos minutos y comienzan a ser, en promedio, menos extensas que al principio. Esto también es explicable, porque no hay experiencia que a fuerza de repetirse no termine por convertirse en rutina.
No significa que las mañaneras hayan perdido su carácter estratégico o que el Presidente les dé menos importancia que en el pasado. Por el contrario, la sesión matutina ha terminado por imponerse como el espacio que define en gran medida la agenda diaria en la conversación pública o el contenido informativo de los medios de comunicación. Ni siquiera los periódicos más críticos o aquellos que reciben duras andanadas por parte de López Obrador han explorado la posibilidad de ignorarlo. Con mucha habilidad, el Presidente ha logrado convertir este momento en una mezcla de mitin político y acto de gobierno que resulta imposible de escindir. Es decir, mensajes propagandísticos y partisanos, muchos de ellos provocadores y polémicos, por una parte, pero también información sobre decisiones y gestión pública que impacta en la vida de todos los ciudadanos. Siendo así, los grandes medios de comunicación no pueden sustraerse a la cobertura puntual de lo que allí se menciona. Lo primero, provocaciones y polémicas, porque alimenta el morbo y por consiguiente el tráfico o el rating; basta decir que el video más visto de las mañaneras es aquel en el que se presentó el periodista Jorge Ramos a confrontar al Presidente. Lo segundo, la información de acciones y programas públicos, porque los medios están obligados a dar cuenta de todo aquello que afecta a las personas en su calidad de electores, tributantes, padres de familia, pacientes del sistema de salud, etcétera.
Pero que los medios de comunicación no estén en condiciones de ignorar a la mañanera, no significa que hayan sabido bien a bien qué hacer con ella. La asistencia misma de reporteros de la prensa tradicional o de los principales noticieros de radio y televisión es escasa. En algunas temporadas, incluso, se han ausentado por completo. Los conductores líderes de audiencia tienen a su disposición equipos de reporteros que, en efecto, hacen trabajo de campo y coberturas en toda suerte de temas informativos, excepto en la mañanera. En el mejor de los casos “la cubren”, pero no participan en ella.
A diferencia de las conferencias de prensa de los mandatarios de otros países, en las que los grandes periódicos y agencias de noticias son los protagonistas clave, en las de AMLO han proliferado activistas y youtubers hasta antes desconocidos, casi todos afectos a la 4T y algunos incluso con actitudes que rayan en la abyección. Esto es resultado de la propia organización de la mañanera que ha propiciado la asistencia de todos estos personajes, muchos de los cuales parecerían estar viviendo, y sacando provecho, de sus 15 minutos de fama. Pero también es cierto que tanto los organizadores como el propio Presidente están abiertos a la intervención de cualquiera que esté presente y que se ofrece un acceso irrestricto a todo profesional.
Cabría preguntarse si no habrá llegado el momento de que los medios de comunicación líderes en el país aprovechen de mejor manera este espacio y lo conviertan en una experiencia mucho más útil para el debate público. A ratos da la sensación de que el propio Presidente necesita un interlocutor de más peso y que represente un mayor desafío. No se trata de una confrontación entre adversarios políticos, la prensa no debería ser ni de oposición ni comparsa, se trata de establecer un intercambio profesional que permita presentar preguntas incómodas, pero bien documentadas, argumentadas y expresadas, e incluso ofrezca la posibilidad de réplica frente a las respuestas del mandatario. Es cierto que eso podría generar momentos ríspidos, pero seguramente produciría una conversación más útil, para ambas partes, que el actual cruce de mutuos epítetos y descalificaciones. Después de todo, en muchos países la prensa profesional envidiaría la posibilidad de tener dos horas diarias, y a su disposición, al mandatario de la nación. ¿Que habrá respuestas evasivas, largas y retóricas?, sin duda, pero también el derecho a cuestionar esas respuestas. Quedan tres años más de mañaneras, ¿no podríamos aprovecharlas mejor?
Nota y réplica:
Hace una semana en este espacio abordé algunas consideraciones políticas sobre la reunión que sostuvieron Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Navarrete, misma que el propio Porfirio referiría como conversaciones tendientes a emprender un frente para defender aspectos fundamentales de la Constitución amenazados por el poder Ejecutivo. A ese respecto, recibí la siguiente comunicación del Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas:
Estimado amigo:
En MILENIO Diario del día de hoy, en su artículo “Porfirio, Cuauhtémoc y AMLO” escribe “hoy están a punto de abrir un frente inesperado de resistencia ante Andrés Manuel López Obrador, en defensa de las banderas que el Presidente dice enarbolar”, párrafo respecto al cual me permito decir lo siguiente: si en el “están” me está incluyendo, aclaro que yo ni solo ni acompañado me he propuesto abrir frente, ni a favor ni en contra de alguna persona, ni a favor o en contra de agrupamiento alguno, presente hoy en nuestra vida pública o que en este momento estuviera gestándose en ella. Agradeceré dar a conocer estas letras en MILENIO Diario, aprovechando la ocasión para hacerle llegar mis saludos más cordiales. Firma Cuauhtémoc Cárdenas.
@jorgezepedap