Franco quería verte bailar, ya sabes, como los zíngaros del desierto, como los derviches al son de los cascabeles del kathakali, pero el auténtico espectáculo era verlo a él, con esa pinta de oficinista de Unicredit o de profesor de latín de secundaria, danzando y girando sobre su centro de gravedad; gravitando sobre su propia órbita mientras el resto del mundo miraba, asombrado, y se preguntaba cómo diablos había llegado el siciliano ahí arriba. No, en serio: ¿cómo se pasa de coquetear con el rock progresivo y buscarle las cosquillas a Stockhausen a batir todos los récords de la música italiana con 'La voce del Padrone' (1981), un millón de copias vendidas y ‘Centro di Gravità Permanente’ como arrebatado santo...
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