Investigación: el camino más necesario también es el más intransitable
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«Los científicos encuentran muchas dificultades a la hora de desarrollar su carrera investigadora. El creciente desfase entre el número de nuevos doctores y nuevas plazas o contratos de investigación en la academia y la heterogeneidad entre las comunidades autónomas plantea la necesidad de crear iniciativas que contribuyan a consolidar el tejido investigador y fomentar el talento científico», afirma Antonio Fernández Anta, profesor investigador en el instituto IMDEA Networks. A sus 55 años se siente un privilegiado ya que entró en la universidad nada más acabar la carrera, cuando había muchas plazas de funcionario por cubrir. «Fui luego a EE.UU. a hacer el doctorado y una estancia postdoctoral. He podido ir eligiendo dónde trabajar e investigar: UPM, URJC y actualmente IMDEA Networks», matiza.
Falta de estabilidad
Fernández Anta cree que con paciencia es relativamente fácil acabar encontrando un puesto en un grupo de investigación. «Sin embargo, estos puestos no suelen tener estabilidad, por lo que es común encontrar investigadores con más de 40 años sin puestos indefinidos, y tienen sueldos bajos (un ayudante doctor en la universidad es mileurista, a pesar de requerirse un doctorado para el puesto)», señala el investigador. « Estas son las razones por las que muchos de los mejores investigadores españoles acaban trabajando en otros países, y el sistema español no es muy atractivo para investigadores extranjeros», añade. Entre los obstáculos que existen en esta carrera señala también «la dificultad de desarrollar líneas de investigación propias, ya que el sistema está pensado para grupos grandes y jerárquicos». Sin olvidar la
financiación
, «escasa, difícil de conseguir, y con gran cantidad de burocracia y gestión asociada», puntualiza.
Pero incluso con todas las dificultades que se encuentran en España, no faltan buenos ejemplos de jóvenes investigadores que han optado por este camino. Carolina González Riaño es investigadora en el Centro de Metabolómica y Bioanálisis (Cembio) de la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Esta joven de 30 años, de Miranda de Ebro, llegó a Madrid con 18 para estudiar Farmacia en la UCM, hizo el doctorado en San Pablo CEU y su tesis en el Cembio. Según iba avanzando en la carrera se planteó dedicarse a la investigación, «me atraía y lo que me decidió fue mi trabajo en prácticas en el hospital psiquiátrico de Ciempozuelos. Estudias los medicamentos, su aplicación, pero hay personas a quienes la medicación no les surge el efecto esperado. Mi tesis fue sobre enfermedades neurodegenerativas», cuenta Carolina. Está asociada a un proyecto de investigación que dura cuatro años y espera seguir en el Cembio todo el tiempo que pueda. «Es un centro que consigue muchos proyectos de investigación», asegura. Se lamenta que en España no se valore el doctorado. Ella realizó estancias en Suecia, Portugal y Polonia. «Me ofrecieron quedarme, pero me daba mucha rabia, nos hemos formado en España, somos buenos y punteros y yo quiero aplicar mis conocimientos científicos en mí país», afirma la joven investigadora.
Carolina González, investigadora en CEMBIOCarolina está trabajando en un proyecto sobre el párkinson. Se hace seguimiento a personas sanas, unas desarrollan esta enfermedad y otras no, y se pretende «detectar a través de muestras de sangre alteraciones metabólicas mucho antes de detectar la enfermedad». Cuando se diagnostica el párkinson «la enfermedad está avanzada y no hay tratamiento que lo cure 100%. Hemos encontrado alteraciones y queremos llevarlo a la clínica», añade. En su equipo de investigación trabajan 30 personas «y nos complementamos mucho».
Es cierto que hay áreas más llamadas por su naturaleza al mundo de la investigación, como es el caso de la Bioquímica. Ana Paredes García, 28 años, se encuentra haciendo la tesis de doctorado en el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovascular (CNIC) tras tener una beca Severo Ochoa. Estudió Bioquímica y un Máster en Biomedicina Molecular. «Siempre supe que me quería dedicar a la investigación, en la universidad nos dan bastante pocas salidas profesionales de empresa. De mi círculo más íntimo de seis amigos, están todos con la tesis». «La carrera de investigador es muy bonita, es la vocación que más alegrías te puede dar cuando descubres algo. Sientes una gran realización. Pero es difícil en todas las etapas», asegura Ana. «Las becas de doctorado son difíciles de conseguir, necesitas publicar bien para irte fuera y a su vez necesitas fondos para publicar. Tenemos muchas limitaciones y es un sacrificio a nivel económico porque los sueldos son bajos», añade. Esta joven sevillana entiende la salida al extranjero como «un paso natural de la carrera investigadora». En su caso quiere hacer el postdoctorado y después decidir si sigue en el mundo académico o da el salto a la empresa.
Para Ana Paredes «la investigación básica es muy importante». La técnica de la PCR, tan importante ahora, «se descubrió hace tiempo por analizar un virus que no le interesaba a nadie. Hay que investigar e investigar», añade. La investigación en la que trabaja, bajo la supervisión de la Dra. Mercedes Ricote «trata de entender el papel factor de transcripción “Receptor X de retinoide” (RXR) en fisiología y daño cardiaco. Aunque parezca bastante intuitivo, queda mucho por saber sobre cómo las células del corazón funcionan transcripcionalmente. Por ello, el objetivo es entender cómo RXR regula los procesos metabólicos del corazón cuando tanto en un contexto homeostático como patofisiológico», aclara.
Los científicos coinciden al hablar de la importancia de fomentar la colaboración entre la universidad y la empresa privada, así como en el trasvase de conocimientos entre la ciencia básica y la aplicada. Desde la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit) trabajan en generar conocimiento y transferirlo al mercado. «Lo hacemos de abajo arriba, preocupados por lo que necesitan las empresas y lo abordamos de distintas formas: trabajamos con nuestros investigadores, con las universidades y creamos consorcios con empresas», explica Aureo Díaz-Carrasco, director ejecutivo de Fedit.
Tratan de cubrir ese hueco que existe entre las universidades y las empresas «siempre atentos a lo que necesitan las compañías y vigilando lo que van a necesitar en un futuro», añade. Cree que algo falla en este trasvase del conocimiento científico a la empresa: «Es difícil encontrar doctorados que quieran ir a trabajar, prefieren investigar. No se les inculca desde el principio y no se valoran bien todas las posibilidades de los doctorados». En Fedit esta cooperación con la universidad es vital, «sin ella dejaríamos de ser lo que somos». Para Díaz-Carrasco no se trata de hablar de poca inversión I+D+i porque «es complicado que los políticos apuesten por algo si la sociedad no lo demanda. Hay una labor de concienciación de la población importante por hacer». El Covid ha ayudado a dar relevancia a este tema.
«La carrera investigadora debe ser estable, aunque estamos en un mundo competitivo y global y es difícil de asegurar», indica el director ejecutivo de Fedit. En su opinión, «sería interesante facilitar movilidad entre el sector público y privado, hacerlo más flexible». Para Antonio Fernández Anta se sebería cambiar todo el sistema de investigación en España. «Si se quiere un sistema competitivo que tenga un impacto en la economía a largo plazo es necesario hacer cambios decisivos». Hay modelos en otros países que se pueden imitar a nivel nacional, y que coinciden en aspectos como visión internacional, autonomía para tomar decisiones, evaluación de los resultados, mayor inversión y, sobre todo, atracción de los mejores investigadores, sin importar la nacionalidad.