Vuelve Federer
«Me faltan unos 10 partidos para saber en qué nivel estoy. Todo ha ido bien en los entrenamientos, pero cuando vuelves de una lesión estás en una situación diferente al resto de jugadores. Me apetece mucho este regreso, pero no intento estar al nivel de Nadal o Djokovic por el momento. Esta vez vuelvo desde mucho más lejos que en 2016», se expresó el lunes en la presentación del torneo de Ginebra, donde debutará, ya vacunado, contra Pablo Andújar. «Es algo más que una prueba, me dará idea de si puedo jugar varios torneos seguidos. Ginebra y Roland Garros servirán para ponerme a prueba, como entrenamientos pero de un nivel privilegiado», admitió.
Confesó también que el punto de regreso fue una decisión muy hablada y meditada: «Hubo largas conversaciones con mi equipo para saber si lo mejor era competir en tierra batida o no lo era. Hubo opciones de jugar aquí y algún otro torneo y saltarnos Roland Garros. Pero creo que hemos tomado la mejor decisión: jugar en Ginebra y París». No pisa una pista de arena desde las semifinales de Roland Garros 2019.
Así está el ranking de la ATP
Porque regresa en la temporada de tierra con vistas a Wimbledon -con parada en Halle-, donde ha ganado ocho veces y en 2019 se quedó a dos puntos de lograr el noveno. Pero no le preocupa ni la falta de partidos previos ni ese cambio de superficie; la rodilla ya tiene la suficiente carga de entrenamientos para saber que aguanta y memoria de partidos para que no suponga un problema. «Estoy contento de no sentir diferencias en la rodilla de jugar en pista dura y en tierra, así que espero lo mismo en el paso de la tierra a la hierba. Juego desde 1998, y nunca he tenido ningún problema grande para cambiar de una a otra. Te acostumbras, pero es verdad que con una lesión vas más precavido, sobre todo cuando no has jugado en tanto tiempo».
Su último gran encuentro fue la semifinal del Abierto de Australia 2020, donde perdió contra Novak Djokovic (7-6 (1), 6-4 y 6-3). Después llegaron las dos operaciones de la rodilla derecha porque no acabó de funcionar solo la primera. Y en marzo de este año, un tímido regreso a la competición para medir cuerpo, mentalidad y ganas. En Doha, superó su primer encuentro ante Daniel Evans (7-6 (8), 3-6 y 7-5), pero cayó al día siguiente en otro choque a tres sets contra Nikoloz Basilashvili (3-6, 6-1 y 7-5). Desde entonces, mucho entrenamiento y descanso.
Es octavo del mundo gracias a la congelación del ranking, y admite que no es del todo justo porque debería estar el 800. «No jugué nada en estos meses y debería estar en el puesto 800 y no en el 8. Pero si mi rodilla y mi físico no están al cien por cien tampoco podré mantenerme allí eternamente. Si lo hago bien significará que soy mejor que el número 800. Y desde Doha sí puedo decir que he ganado en fuerza, flexibilidad y resistencia». Tanta la confianza de nuevo en su cuerpo que aspira a reencontrar su mejor versión en algún momento del año. «Haré todo lo que pueda para volver a la cima. He estado mucho tiempo preparándome con ese objetivo. Mientras esté sano y feliz seguiré jugando. Me preguntan cuántos años me quedan por competir, pero sinceramente, no lo sé», admitió. Por el momento, vuelve a probarse esta semana.
