Cuando un defensor se va…
La lucha por defender los derechos de los migrantes, los nadie, los sin nombre, en Puebla, en México, en América y en general en el mundo, pierde a uno de sus principales exponentes, Gustavo Rodríguez Zárate, el sacerdote que se enfrentó a las redes del crimen organizado.
Con un morral, el religioso recorrió cientos de rincones de la entidad y del país con el único objetivo de establecer cadenas de apoyo para los más necesitados y para aquellos seres humanos que buscaban un mejor nivel de vida en un lugar diferente al que nacieron.
Rodríguez Zárate habló de frente ante todos, nunca bajó la mirada ni se hizo para atrás en su defensa de los derechos humanos sin importar lugar de origen, raza, sexo o color de piel.
De día, de noche, en la madrugada y a toda hora, siempre que no estuviera encabezando una misa, el párroco de Nuestra Señora de la Asunción, templo ubicado en la colonia Aquiles Serdán, al norponiente de la capital del estado, recibía llamadas telefónicas de amigos y hasta de quienes no conocía, porque sabía que en cualquier momento un ser humano podía requerir de su ayuda.
En medio de la pandemia de la covid-19, los albergues de apoyo a los transmigrantes, es decir, aquellos seres humanos que solo están de paso por México en busca de llegar a Estados Unidos, tuvieron que cerrar sus puertas; sin embargo, Rodríguez Zárate buscó alternativas para brindarles alimentos y ropa.
Previo a una de las múltiples entrevistas que concedió a MILENIO Puebla, a principios de julio de 2019, Rodríguez Zárate acabada de ser víctima de la delincuencia: jóvenes ingresaron a su oficina en la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción y se robaron su computadora. No se llevaron otros bienes, solo su equipo y libretas de apuntes.
El religioso estaba seguro de que no se tratada de delincuentes comunes, sino de integrantes de algún grupo delictivo que traficaba con personas o que quería información de algunos migrantes. Aquella ocasión, el sacerdote reveló que recibía llamadas en las que lo amenazaban y, al mismo tiempo, aseguró que nadie lo iba a detener en su lucha y en la defensa de los migrantes.
Rodríguez Zárate prefería ser consejero, formó parte del equipo asesor del arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa; y coordinó diversas visitas pastorales en busca de una mayor cercanía con los más necesitados.
“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, escribió el cantautor, Alberto Cortez. Hoy no solo partió un amigo, sino un defensor de derechos, espacio que quedará vacío ante su partida. QPD, padre Gustavo Rodríguez Zárate.
Jaime Zambrano
jaime.zambrano@milenio.com