Otra especie humana desconocida caminaba en África hace 3,6 millones de años
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El impresionante recorrido de las huellas de los sitios G y S de Laetoli fueron atribuidas a Australopithecus afarensis, la especie a la que pertenece el famoso esqueleto de 'Lucy'. Sin embargo, las huellas del sitio A eran muy diferentes, y suscitaron el debate. Algunos pensaron que fueron dejadas por un tipo diferente de homínido, mientras que otros las atribuyeron a un oso joven que caminaba erguido sobre sus patas traseras.
Modelo del sitio A de Laetoli usando fotogrametría que muestra cinco huellas de homínidos (a); y mapa de contorno del sitio en Laetoli, Tanzania, generado a partir de un escaneo de superficie en 3D (b); mapa que muestra Laetoli (c); mapas topográficos de huella A2 (d) y huella A3 (e)
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Austin C. Hill / Catherine Miller / GoogleMaps / Ellison McNutt / Stephen Gaughan / James Adams
Osos de pie
Para determinar quién fue el verdadero creador de las huellas del sitio A, el equipo dirigido por Charles Musiba, profesor de antropología en la Universidad de Colorado en Denver, regresó al yacimiento africano, donde volvió a excavar y limpiar por completo cinco pasos consecutivos. Las huellas se midieron, fotografiaron y escanearon en 3D.
Los investigadores compararon las huellas con las de osos negros (Ursus americanus), chimpancés (Pan troglodytes) y humanos (Homo sapiens). Para ello realizaron un curioso experimento con osos negros semisalvajes del Kilham Bear Center, un centro de rescate y rehabilitación en Lyme, New Hampshire (EE.UU.). Los atrajeron con jarabe de arce o salsa de manzana para que se pusieran de pie y caminaran sobre sus dos patas traseras por un sendero lleno de barro donde dejaron sus huellas.
También registraron más de 50 horas de vídeo sobre osos negros salvajes, en los que los animales caminaron a dos patas menos del 1% del tiempo. «Cuando los osos caminan, dan pasos muy amplios, tambaleándose hacia adelante y hacia atrás», dice el autor principal, Jeremy DeSilva, profesor de antropología en Dartmouth. «No pueden caminar con un paso similar al de las huellas del sitio A, ya que la musculatura de su cadera y la forma de la rodilla no permiten ese tipo de movimiento y equilibrio».
Los talones de los osos se estrechan y sus dedos y pies tienen forma de abanico, mientras que los primeros pies humanos eran cuadrados y tenían un dedo gordo prominente. Las huellas del sitio A tampoco coincidían con las recolectadas de chimpancés, algunos de ellos en el santuario de la Isla Ngamba en Uganda. Los chimpancés tienen talones relativamente estrechos en comparación con su antepié, un rasgo compartido en común con los osos. Pero las huellas de Laetoli tienen talones anchos en relación con el antepié.
Las huellas del sitio A también contenían las impresiones de un dedo gordo grande y un segundo dedo más pequeño. La diferencia de tamaño entre los dos dígitos era similar a la de los humanos y los chimpancés, pero no a la de los osos negros.
A la izquierda: Ellison McNutt recopila datos de una hembra joven de oso negro que camina bípeda, sin ayuda, a través de la pista de barro en el Kilham Bear Center. A la derecha: huella izquierda de un oso macho
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Jeremy DeSilva / Ellison McNutt
Paso cruzado
Para los investigadores, todos estos detalles demuestran que probablemente las huellas fueron hechas por un homínido que se movía sobre dos patas. Uno con una forma particular de caminar. Alguien que cruzaba una pierna sobre la otra cuando andaba, lo que se denomina 'paso cruzado'. «Aunque los humanos no suelen realizar pasos cruzados, este movimiento puede ocurrir cuando uno está tratando de restablecer el equilibrio», dice Ellison McNutt, profesora en la Universidad de Ohio y autora principal del estudio. «Las huellas pueden haber sido el resultado de un homínido caminando por un área que era una superficie desnivelada», infiere.
Pero, ¿qué tipo de homínido? ¿Un australopiteco que se tambaleaba mientras se esforzaba por atravesar un terreno difícil u otra especie desconocida? El misterio no había acabado. Las huellas del sitio A son distintas de las de Australopithecus afarensis en G y S. Para los autores, es posible que otro homínido cuya identidad se desconoce se hubiera puesto a andar al mismo tiempo en el este de África, pero con su propio estilo. «Ahora tenemos evidencia concluyente de que había diferentes especies de homínidos bípedos en este paisaje pero de diferentes maneras y con diferentes pies», afirma DeSilva. «Tenemos esta evidencia desde la década de 1970. Solo fue necesario redescubrir estas maravillosas huellas y un análisis más detallado para llegar aquí», concluye.