Una actriz entra en escena y con ella entran todos sus miedos y todas sus euforias. Entran su alegría y su espontaneidad, pero también su soledad y sus carencias. El espectador solo ve el personaje que interpreta, lo de fuera. Pero lo que sostiene lo de fuera, la parte que no se ve del iceberg, está compuesta por una mezcla densa de sueños y fracasos. Algunos son del personaje y otros pertenecen a la actriz. Ahí abajo hay triunfos personales y hay derrotas, hay lunas de miel y amores fracasados, hay infancias felices y otras que no lo son tanto. Hay vacíos. En esto, los actores se parecen mucho a los demás humanos. Pero los demás no necesitan mostrar sus ojos iluminados para ganarse la vida.
Verónica Forqué era una actriz excepcional. Con método o sin él, dotaba a sus personajes de todo lo que tenía: su memoria, su emoción, y una implicación más allá de lo común. Ahora podemos saber que se pasó la vida regalando su luz y su alegría a sus personajes y a su público, y prefirió guardarse para ella todo su dolor. Los regalos en los que convertía sus trabajos fueron valorados a lo largo de su carrera. Fue reconocida cuatro veces por sus compañeros con el Premio Goya, y quien aspira a conseguir uno sabe lo que eso significa. El impacto que ha tenido su muerte en todos nosotros revela ahora su grandeza y la solidez de su trayectoria. No hemos perdido solo a una actriz extraordinaria y a una persona imprescindible. Hemos perdido a un símbolo del dolor que se esconde detrás de las luces de nuestra profesión.
Hay actrices y actores que por alguna razón convierten sus trabajos en memorables. Sus personajes pueden ser infelices o desdichados, pero uno siempre se alegra de verlos en escena o en pantalla. A veces tiene que ver con la experiencia, o con la técnica, o con la implicación, el rigor, la valentía, la disciplina, o el talento. Pero a veces solo tiene que ver con el corazón de la persona que hay detrás. Cuando Verónica Forqué encarna a un personaje, lo que resulta es la suma de la actriz y la persona, de lo que está escrito en el guion y lo que ella trae en su mochila. La mochila de Verónica estaba muy cargada.
Verónica era una actriz que se atrevía con todo. Interpretaba sus papeles más allá de sus gustos. Ella era quien los convertía en empáticos, gracias a esa rara capacidad suya para iluminar las debilidades y las sombras. Su propósito era hacernos creer en ellos, reconocernos y disfrutar con ellos. Ahora lo entendemos todo. Su muerte deja ver una verdad tremenda sobre ella misma y sobre una parte de nuestra sociedad. Esa parte que preferimos evitar, y que tiene mucho que ver con el dolor. Nadie ocultó nunca su dolor de una forma tan hermosa.
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