La Argentina entró en zona de turbulencia
El Gobierno necesitaba del Presupuesto como primer paso para avanzar en el acuerdo con el FMI, sin embargo, fue su propio jefe de bloque en Diputados quien terminó frustrando este objetivo. Con el agregado de que se trata del hijo de Cristina Kirchner, lo que representa un fuerte mensaje. El Fondo sabe que el acuerdo (su concreción, pero sobre todo su cumplimiento) solo será posible con el aval de la Vicepresidenta y su núcleo duro, que guardan para sí el poder de veto en los temas más importantes. Si había dudas respecto a que el kirchnerismo no estaba mostrando la suficiente flexibilidad y pragmatismo para dialogar y comprometerse dadas las circunstancias, entonces estás sospechas quedan ratificadas luego de la actitud de Máximo Kirchner.
El contexto político por el lado de la oposición tampoco es alentador. En Juntos por el Cambio viene primando la posición de los sectores duros, tal como quedó demostrado no solo en el debate por el Presupuesto 2022 (donde, entre darle una lección al oficialismo o intentar salvar el proyecto en comisión, se prefirió lo primero) sino también en el tratamiento de Bienes Personales. A pesar de que la propia oposición había pedido que se trate la suba de la base imponible, terminaron rechazando la propuesta oficialista ya que, para morigerar el impacto fiscal, subió la alícuota para grandes patrimonios y bienes en el exterior. El oficialismo finalmente se impuso por apenas un voto gracias a que una diputada de JXC se encuentra contagiada de Covid-19 y a que otros dos están de viaje.
A este contexto político, caracterizado por la falta de dialogo, se le suman los problemas económicos. Esta semana se realizó un pago al FMI por u$s 1892 millones y la situación de las reservas es cada vez más crítica. Más: la inflación en 2021 terminará por encima del 50% y la brecha cambiaria es del 100%, con los dólares paralelos superando los $200. Las dificultades económicas son múltiples e inocultables. Mientras tanto, el acuerdo con el FMI se demora acrecentando la incertidumbre.
Quizás el único aspecto positivo en términos económicos es que la recuperación de 2021 fue más acelerada de lo que se preveía. Sin embargo, el panorama para 2022 es sombrío, tal como se pronostica en un informe que Goldman Sachs elaboró sobre la Argentina. El banco de inversión norteamericano asegura que "se prevé que el crecimiento se desacelerará drásticamente en 2022, pero la inflación no" y que "el ajuste fiscal es urgente, pero no se busca".
Otra buena noticia viene desde el punto de vista de la paz social. Estamos en diciembre, y no en uno más: se cumplen 20 años del episodio más traumático que le tocó vivir a nuestro país desde el retorno a la democracia. No obstante, los fantasmas que aparecen siempre a fin de año, más aún en contextos de crisis como la actual, han quedado en la nada. Todo marca que en la Argentina se vivirán unas fiestas en paz (o, en todo caso, con los niveles de conflictividad habituales, a los que ya nos hemos acostumbrado).
Paradójicamente, la economía informal (que creció antes, durante y después de la cuarentena) ejerce un efecto amortiguador ante las dificultades que impone la economía formal, y termina funcionando como válvula de escape. En términos laborales, hay una informalidad cada vez más densa, que antes se centraba en los sectores bajos, pero hoy incluye a profesionales independientes que exportan servicios al exterior y eluden las restricciones cambiarias y las pesadas cargas del sistema impositivo a través de las criptomonedas. Es cierto que siempre existieron mecanismos de evasión en los sectores medios y altos, pero ahora las posibilidades parecen ampliarse con las nuevas tecnologías. Además, hay más empresas "grises", que pagan una parte de los sueldos en blanco y otra en negro: muchos trabajadores prefieren cobrar así para evitar el impacto del impuesto a las ganancias. El despliegue de la informalidad atenúa las inconsistencias del sistema económico argentino que no crea empleo, pesifica ingresos a un tipo de cambio muy por debajo del precio de mercado y carga con una presión impositiva absurda a toda la sociedad.
Sin embargo, esta situación tan endeble es "sostenible" mientras el Banco Central tenga dólares en sus arcas. Por eso, Argentina está por entrar ahora en una zona de extrema turbulencia. Con los condicionantes políticos y económicos ya detallados, el escenario se profundizará aún más desde mediados de enero, cuando la demanda de pesos estacional merme. Recién a fines de marzo comenzarían a llegar los dólares de la cosecha gruesa, aunque hay dudas respecto a cuál será el nivel de liquidación considerando el atraso del tipo de cambio.
El acuerdo con el FMI podría traer algo de calma, pero por sí solo no revertirá la flaqueza de las reservas, a no ser que venga acompañado de recursos frescos. Así y todo, el acuerdo podría llegar recién en marzo, justo para evitar el default con el Club de París (que pide que se llegue a un acuerdo con el Fondo antes de renegociar la deuda que Argentina mantiene con este grupo de países).
La turbulencia que parte de la falta de dólares tiene efectos inmediatos y palpables sobre la vida cotidiana de los argentinos. Las cámaras que agrupan a las estaciones de servicio vienen advirtiendo sobre el desabastecimiento de combustible causado, principalmente, por el congelamiento de los precios y una producción local que no llega a cubrir la demanda. El faltante debe importarse al precio internacional, para luego ser comercializado al precio congelado. El desincentivo es evidente y esto sería en gran medida lo que provoca el desabastecimiento. YPF negó que existan tales problemas en su red de estaciones de servicio, pero las imágenes provenientes del interior del país, con largas filas de autos esperando para poder cargar, son irrebatibles.
Al margen de las distorsiones macro, las múltiples inconsistencias micro provocan, como en el caso de los combustibles, un aumento del malestar en el día a día de los argentinos, y esto podría disparar la conflictividad social, que por ahora viene relativamente contenida. Los mecanismos que hasta ahora sirvieron como barrera de contención (congelamientos, restricciones, cepos) dejan de ser eficientes y se agotan frente a una realidad que se impone. La turbulencia puede tornarse muchísimo más intensa, alarmando a una población empobrecida y pesimista. Esperemos que este avión, en el que vamos todos, siga soportando.