El único de la actual plantilla de la Real que jugó a las órdenes de
Montanier es
Illarramendi. Parece que fue ayer cuando la afición explotó de júbilo por la clasificación a la Champions de 2013. Parece que fue hace dos veranos cuando
Illarra revolucionó la actualidad marchándose al Real Madrid, nada más proclamarse brillante estrella de aquella sensacional versión de la Real.
Montanier, el entrenador que tuvo en su equipo al mejor Illarra que se recuerda, se frotará los ojos cuando vea hoy, in situ, que la evolución del club es imparable. El francés puede considerarse, sin temor a equivocarse, uno de los precursores de la modernización deportiva de la Real al más alto nivel. El estilo del normando cautivó por su estética y conquistó por la efectividad de los resultados. Aquella Real que el próximo año cumple una década fue valiente, rápida, intensa, de enorme calidad, desde un porterazo como
Bravo hasta estiletes del calibre de
Vela,
Griezmann,
Prieto o
Agirretxe. Sin olvidar a escuderos fiables como
Carlos Martínez,
De la Bella o
Mikel González, el torrente de fútbol que por momentos fabricaron tenía un paso ineludible por las botas de
Illarramendi. Un centrocampista total, con el 8 a la espada, de otra estirpe al coloso actual,
Merino, pero con una influencia en el juego fácil de asociar a la que ahora ostenta el navarro.
Illarra se reencuentra esta tarde con un
Montanier que vuelve a Anoeta. Mientras retratan el pasado reciente, el de Mutriku le explicará cómo le han maltratado las lesiones, en la antesala de una temporada decisiva para su futuro.
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