Allí donde el ONCE puso contra las cuerdas la supremacía de Miguel Induráin , allí donde Omar Fraile ganó la última etapa española en el Tour de Francia, en la ascensión a la vieja y empedrada Mende, el bicampeón Tadej Pogacar trata de recuperar lo que fue suyo. El esloveno aguanta en la cabeza de un largo y partido pelotón (herido tras un día lleno de sobresaltos), sigue la rueda del líder Vingegaard y espera su oportunidad. En el ecuador del corto e intenso puerto, Tadej ataca, descuelga a Thomas y a Yates, mira hacia atrás y, a pocos centímetros de su espalda, ahí sigue el maillot amarillo. Pogacar no cesa en su empresa, se levanta de su bicicleta una y otra vez, quiere recortar segundos antes de los decisivos Pirineos, pero el danés parece de piedra. Ambos llegan a la meta como lo han hecho en el grueso de este Tour: solapados, al borde del roce. Solo el danés en el Granon pudo romper la adherencia y, de momento, aquella brecha entre ambos le mantiene vestido de amarillo. Unos minutos antes del duelo de favoritos, Luis León Sánchez trata de cortar la sequía de un ciclismo español que un día fue grande. El murciano de 38 años se cuela en la escapada, comienza la dura y última ascensión del día en cabeza y sueña con volver a vencer en la cuna del ciclismo diez años después de la última vez. Pero, como ya ocurrió hace unos días en Megève, donde acarició el triunfo, su quinta etapa en la cita gala se le resiste. Es el oceánico Michael Matthews quien celebra tras aguantar con sufrimiento a la rueda de Bettiol, apretar los dientes y atacar en el último repecho antes de la gloria. El de Camberra culmina esta decimocuarta etapa en solitario, alza los puños y grita a los vientos «siempre sigue creyendo» al cruzar la meta. Su Tour ya ha merecido la pena.
