Rosa Nelly Trevinyo: ¿Austeridad Franciscana?
Después de que nuestro Presidente hablara de la “pobreza franciscana”, mucho se ha dicho. Sin embargo, para aterrizar el concepto es necesario conocer su origen. Y como este pasado 4 de octubre se celebró el día de San Francisco de Asís, me pareció acertado abordarlo.
La historia va así. San Francisco nació en Asís, Italia, en el año 1182. Su padre era un comerciante de telas burgués; su madre, una noble provenzal. El éxito de su padre en los negocios y los privilegios imperiales concedidos a la familia, garantizaron a Francisco y a sus hermanos una vida sin preocupaciones. Recibió la mejor educación, hablaba varios idiomas, tenía un gran carisma y había sido elegido por su padre para ser el heredero del negocio familiar.
Aunque se le formó para dirigir, el joven Francisco no llegaba a entender el concepto de austeridad. De hecho, la buena vida que se daba a costa del patrimonio familiar lo llevó a ganarse el apodo de “el rey de los banquetes”. Esto cambiaría dramáticamente después de ir a la guerra, caer prisionero, estar en cautiverio por más de un año y verse enfermo. Aunque su familia pudo sacarlo de prisión después de pagar un rescate sustancioso, su salud se vio comprometida.
De regreso a casa sufrió una crisis existencial y redescubrió su propósito de vida. Así fue como se interesó por los enfermos y los pobres. Y un día, mientras oraba en la Iglesia de San Damián, se le ocurrió que debía reparar el templo. Para ello, vendió todas las telas que había en el negocio de su familia. Su padre lo buscó y luego de intentar razonar con él en múltiples ocasiones (sin lograrlo), le exigió que le devolviera el dinero. Francisco decidió honrar a su padre devolviéndole todo—incluso, la ropa que llevaba puesta—renunciando a su herencia y a sus privilegios.
Aunque San Francisco de Asís vivió en clara austeridad, éste lo hizo por convicción, no por imposición. Y es que, para que la austeridad construya valor, ésta debe practicarse teniendo en cuenta 4 elementos clave:
1. Voluntad para Crear Riqueza y Moderarse.
Sin generación de riqueza, no hay austeridad ni bienestar, sólo hay pobreza y desigualdad. Tan es así, que Francisco tenía claro que para poder ayudar a otros, debía conseguir recursos o crearlos. Por eso, la orden religiosa que instauró, no sólo pedía limosna, sino que trabajaba activamente con los granjeros y las casas particulares de la zona, generando así algunos ingresos. En este sentido, yo me pregunto: ¿Será que el gobierno tiene la voluntad para crear riqueza y moderarse? Si es así, ¿no sería bueno empezar por apoyar a las empresas?
2. Momento y Contexto Idóneos.
En un entorno donde los miembros de la Iglesia vivían en la opulencia; y la nobleza, la burguesía y el clero controlaban la vida económico-social, Francisco visualizó una nueva orden religiosa en la cual los frailes estuvieran más cerca de la gente y dejaran de lado el enriquecimiento desmedido. Era el momento exacto para reivindicar a la Iglesia y expandir el mensaje evangélico.
En esta misma línea, y en el contexto actual, uno se pregunta: ¿Será el momento idóneo para promover la austeridad a nivel país? Los economistas lo tienen claro: el mejor momento para tomar medidas de austeridad es cuando las cosas están bien—cuando la economía está en fase de expansión (crecimiento económico) y no cuando se lucha por salir de una recesión. Y es que, de nada servirá la austeridad, si la corrupción, la pobreza, el crimen y la violencia siguen en aumento.
3. Objetivos Claros.
La austeridad de Francisco tenía un fin: edificarse a sí mismo. En la familia empresaria, la austeridad también tiene un fin: perpetuar el patrimonio para las siguientes generaciones. ¿Cuál será el objetivo de la austeridad franciscana que promueve el gobierno? ¿Nos convendrá a todos? Y es que, lamentablemente, a veces los intereses políticos son más fuertes que los intereses ciudadanos.
4. Eficiencia, Eficacia y Congruencia.
Francisco aprendió que la eficiencia, la eficacia y la congruencia son necesarias para practicar la austeridad. Por eso cuando buscó una sede para su orden religiosa y un abad le ofreció prestada una capilla y un terreno adyacente, Francisco insistió en que no fuera un regalo. Él pagaría la renta en especie—varias canastas con peces. La lógica económica estaba clara. La austeridad no tiene que ver con otorgar subsidios; tiene que ver con encontrar la forma de lograr los objetivos (eficacia), de forma eficiente, generando riqueza y practicando la moderación. Francisco fue austero en el vestir, en el comer, en el dormir, en el decir… en pocas palabras, fue congruente. ¿Qué tan congruentes somos nosotros—como personas, empresas, gobierno? ¿O es que, somos austeros en unas cosas y derrochadores en otras? Ahí se las dejo…
En resumen: La austeridad es una elección; la pobreza no.
La autora es socia de Trevinyo-Rodríguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Médico, Petrolero y de Retail.