Noches viejas

Cada 31 de diciembre es un viaje introspectivo, un repaso a un año que culmina. Hoy es la noche del año viejo, noche vieja de rubricar agenda y pasar página. Doce uvas, doce segundos, el instante, conforman la invisible barrera entre lo vivido y lo que tenga que venir; lo que fue, lo que será o lo que ya no será nunca. Noche como las demás que supone sin embargo un salto, un precipicio, el inicio de algo, la primera página de un libro sin escribir. La memoria nos trae a los que hacen labor a nuestro lado; también a los que se han apeado de nuestra vida, a los que han llegado y se nos han ido, esos números en la agenda que jamás volverán a sonar. Con todos crecí, de todos aprendí. Vivos y muertos alzamos las copas, nos decimos cuánto nos queremos. Noche última del año viejo; despedida, bienvenida, brindis; noche que compila todas las noches. Que sean noches viejas las noches sin luna, las lunas de hiel; las noches de guardia en los hospitales. Noches viejas aquellas noches de verano en vela con el alma en un puño mientras la Sierra de La Culebra se convertía en un resplandor rojizo en el horizonte. Que sean noches de paz en todas las guerras, noches tranquilas para nuestras fuerzas de seguridad; que sean sólo los petardos de los críos las bombas que resuenan en el silencio de esta noche, antesala de nuevas noches que vivir. Que sean noches para amarse, de abrazos y de besos no dados; noches de confidencias y madrugadas blancas, de rincones secretos y caricias perdidas. Que sean noches de lluvia para la sed de la tierra, noches sin lobos en los rediles, noches sin fantasmas ni miedos. Que sean las noches de primavera y luna llena que ponen en pie a mi gente con la llamada del Merlú, que despierta a un pueblo que proclama la resurrección y la vida porque somos la resistencia, las ganas, supervivientes del olvido. Que sean noches estrelladas para mostrarnos el camino, noches de sueños, deseos y esperanza en esta tierra mía que tanto la necesita. Noches de abundancia y alegrías que curen las heridas, este dolor callado y eterno que llevamos cosido al alma. Que todas nuestras noches canten a la vida, que sus lunas sean de azúcar y miel.