Eusebio Sempere o la luz tangible que niega la prisa
No olviden las gafas de cerca… No cabe duda de que, setenta años más tarde, las máquinas de uso común han logrado igualar la precisión con la que Eusebio Sempere (1923-1985) trabajaba con un tiralíneas (un artilugio, explícase a los más jóvenes, consistente en dos plumillas separadas entre sí), mucho antes de la invención del Rotring, y que, consecuentemente, el afán obsesivo y casi maquiavélico de perfección al que le dedicó su vida este artista admite y exige nuevas contextualizaciones. Noticias Relacionadas estandar No ARCO 2023 Guillermo de Osma: «Hemos abierto el camino a las instituciones tras recuperar las vanguardias históricas» Clara Mollá Pagán estandar Si ARTE Joaquín Torres-García, pedagogía de la construcción Javier Rubio Nomblot La precisión de la máquina aún era, en la época a la que se refiere esta exposición, una demostración de la genialidad del Hombre -en París debió ver los templos en los que se rendía culto a la ciencia, el Musée de l'Homme (1923) y el Palais de la Découverte (1937), donde se impone «la aventura del saber» como la única gran epopeya posible- y no, como sucede en la era posindustrial, el paisaje, el hábitat, el entorno cotidiano, cuando no una fuente de preocupaciones y pesadillas distópicas. Lo manual asombroso Así, ese Sempere fascinado por la tecnología participará al poco de concluir el ciclo que abarca esta exposición en los seminarios del Centro de Cálculo de la Complutense . Pero hoy, por tanto, nos servirá esta bellísima obra para despertar –por ejemplo– nuestra capacidad de asombro frente a lo manual –más precisamente, de lo manual que busca la belleza perfecta de lo mecánico– en un momento en el que, emergiendo apenas del sueño de lo virtual, tratamos de asimilar la terca, incongruente y anacrónica presencia del cuerpo. Celébrase el centenario del nacimiento de Sempere, y Guillermo de Osma ha optado por reunir una serie de obras representativas de su primera época, a la que también se refieren los tres ensayos del catálogo, a cargo de Osbel Suárez, que se centra en su curiosa relación, ya que él era homosexual, con la pintora y escultora cubana Loló Soldevilla; Rosa Mª Castells (conservadora del MACA de Alicante , museo que precisamente se constituyó sobre la colección particular que Sempere había donado a la ciudad en 1974), quien se ocupa del núcleo de la exposición, la obra que adquirió hacia 1962 el coleccionista americano Edward Helig, que por primera vez se muestra en parte; y Alfonso de la Torre, que narra su complicado periplo parisino y, de paso, esboza un magistral retrato del París de los 50. Líneas perfectas. Sobre estas líneas, fragmento de 'Homenaje a Fra Angelico' (1962) y 'Atardecer en verano' (h. 1964-65). Gouache y lápiz sobre papel negro. 65 x 50 cm. Arriba, 'Órgano' (h. 1968). Acero cromado. 36.5 cm x 60 cm En cuanto a la obra, son cuarenta piezas entre óleos, 'gouaches' y esculturas, destacando entre estas últimas 'Órgano', de 1968, un modelo a escala reducida de la conocida escultura móvil que se encuentra frente a la Fundación Juan March en Madrid y que fue realizada diez años más tarde; hay también una 'Reja' de 1970, obra cinética –Sempere había participado la exposición fundacional 'The responsive eye', celebrada en Nueva York en 1965–, similar a la que se encuentra en el Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, museo pionero y querido cuya creación en gran parte se debe a su empeño, y cuyos bancos, fuente y barandillas son de su autoría. Ese efecto de 'moiré'–tan persistente que a algunos les desagrada– es en realidad el eje de gran parte de su pintura y su obra gráfica y responde a un deseo de corporeizar la luz –«dominado por una precisión de realidad, necesitaba un movimiento, una luz y un espacio que fuesen físicamente reales»– del que dejó ya constancia en el 'Manifiesto' que publicó con ocasión de su participación en el Salon des Réalités Nouvelles de París en 1955. «Las intenciones del aire» Así, aunque la exposición se inicia con una obra muy temprana, 'Composición abstracta' (1954), en la que es patente la influencia de Klee –se le relaciona también con Kandinsky, Mondrian o Arp, quien dijo de él que pintó «las intenciones más íntimas del aire»–, se nos presentan enseguida pinturas como 'Cinetismo' y otras 'Composiciones' de ese año y el siguiente en las que la idea de movimiento, expresada mediante pequeñas variaciones en las posiciones de módulos que se repiten, es central; y a partir de 1958, la superficie se llena de esas hipnóticas y perturbadoras sucesiones de finísimas, a veces imperceptibles líneas paralelas que son su seña de identidad. Exposición Eusebio Sempere 'De París a Madrid (1950-1965)'. Galería Guillermo de Osma. Madrid. C/ Claudio Coello, 4. Hasta el 21 de abril En gran medida, lo que la exposición nos relata es el camino -parisiense- del artista hacia ese perfeccionismo absoluto de las décadas posteriores: algunas de estas piezas son matéricas; en otras se evoca el dibujo a mano alzada, se pone en evidencia el temblor, la imperfección como contingencia; se ensayan composiciones que pueden llegar a ser figurativas (los 'Paisajes' de 1964-65)… Porque Sempere es, también, aquel que niega otro de los grandes atributos de lo mecánico: la prisa.