Cristina López Barrio: "Polarizar tanto solo aporta crispación, indignación, tristeza y el rechazo de la gente"
Cuenta Cristina López Barrio que la historia salió a su encuentro, como esas cosas que pasan en la vida. «Buscando información sobre Luis Cernuda apareció un documental sobre las misiones pedagógicas que trataban de llevar la cultura allí donde parecía imposible y me interesé mucho, luego vi fotografías de las caras de asombro de la gente del campo cuando veían por primera vez una película o una representación de teatro y de ahí surgió la idea de la novela, quise ponerle voz a esas imágenes». Con «La tierra bajo tus pies» (Planeta), López Barrio ha ganado el Premio Azorín 2024, que sale ahora a la venta. En ella retrata la España de 1935, llena de contrastes y al borde del abismo, donde una de las misioneras vivirá una historia de amor con un hombre de campo en medio de una intrahistoria de sagas familiares, venganzas y deudas de odio.
¿Las Misiones Pedagógicas fueron más un gesto romántico que efectivo?
Recorrieron bastantes zonas de España, pero es cierto que se las tachó de utópicas. Cossío las consideraba un milagro porque nadie entendía muy bien cuál era su utilidad. La Institución Libre de Enseñanza llevaba años empeñada en transformar el país a través de la educación y la cultura, querían atajar el analfabetismo y hacer progresar el campo, y del 31 al 36 hicieron bastantes misiones. A Cossío le bastaba con que aquella gente sintiera esa sorpresa, esa alegría y gratitud por conocer cosas nuevas y porque fueran a compartir con ellos unos días.
¿Era una historia de ida y vuelta?
Sí, porque se producía un intercambio, por un lado, ellos conocían el cine, el teatro, la música, la pintura, y, por otro, todos los artistas, colaboradores e intelectuales que iban conocieron a su vez más profundamente el folclore y muchas tradiciones de la España rural, que también formaban parte de nuestras raíces. Era compartir la cultura y paliar el aislamiento, el gran abismo o brecha que había entre las ciudades y el campo.
¿Fue una oportunidad perdida para la educación?
Creo que sí, pero en muchos sentidos, no solo en educación, las Misiones Pedagógicas eran un proyecto que desde finales del XIX ya estaban en la mente de Giner de los Ríos, pensaban que a España la salvación había de venirle por la educación, que consideraban un motor de cambio y libertad, ellos hacen mucho por llevar maestros a la España rural y su misión a veces era heroica, la mitad de los niños no iban al colegio por trabajar en el campo, fue una tarea titánica conseguir que fueran a la escuela, enseñarlos e inculcarles el amor a los libros, pero con la Guerra Civil todo aquello se interrumpe.
¿También el avance de las mujeres?
Igual, a principios de los años 30, la mujer empezaba a estudiar y a dar grandes pasos hacia su incorporación profesional, social, cultural y política, y ya había conseguido el voto femenino. Mi protagonista, Cati, está basada en Victorina Durán, una escenógrafa y figurinista exiliada a Argentina que hacía los decorados a Margarita Xirgu, creció en un ambiente cultural, y era miembro del Lyceum Femenino donde estaban María de Maeztu, Victoria kent, Clara Campoamor o Zenobia Camprubí, mujeres que representaron la incorporación a la vida pública, pero ese proceso de modernización, como tantos proyectos, también fue interrumpido por la guerra.
Presenta también el fuerte contraste entre la España rural y la urbana.
Quería reflejar esa diferencia, por un lado la España profunda donde imperaba el caciquismo y los odios familiares enquistados transmitidos de padres a hijos, una linde o un enfrentamiento del pasado que arrastra venganzas que se heredan igual que la tierra o los apellidos. La ciudad es la modernidad y las novedades del progreso, frente a pueblos pequeños donde los papeles están muy definidos. La novela refleja las fuerzas vivas de ese pueblo, el terrateniente, el alcalde, el cura o el médico, en contraste con un Madrid de los locos años 20 que representan estas mujeres privilegiadas que han estudiado y forman parte de la vida cultural y de las Misiones.
¿Encuentra paralelismos entre aquella España polarizada y la actual?
Mucho, a veces parece que se quiere volver al 36, a los dos bandos y a la situación que nos llevó a donde nos llevó. La polarización y el radicalismo no son buenos, yo creo en la pluralidad porque es riqueza, hay que aceptar otras formas de pensar desde el respeto, no con el insulto. Polarizar tanto no aporta nada, solo crispación, indignación, tristeza y el rechazo de la gente que acaba hastiada y pasando de la política y de los políticos. Las Misiones aglutinaron gente de todas las ideologías, pero los unía un proyecto cultural común que he querido reflejar porque la cultura une, evita la intolerancia, que muchas veces viene de desconocer al otro.
Y el amor, que supera todas esas diferencias.
Desde luego, porque es transformador y lo une todo, lo rural y lo urbano; entre los protagonistas hay un abismo cultural, social, económico, una persona culta y otra montaraz, aunque eso habla de la renuncia que supone el amor, de acercarse y conocer al otro, de ceder cada uno para poder coincidir en un punto de encuentro.